Terelu entre bambalinas
De la misma manera que en la deliciosa obra de teatro La venganza de don Mendo todas las damas quedaban subyugadas bajo el encanto del protagonista de forma inexplicable, lo mismo ocurre con Terelu Campos que despierta pasiones sin que pueda encontrase una razón lógica (aunque algunos hombres le encuentren dos poderosas razones, si no lógicas sí bastante poderosas).
Al igual que Platero, Terelu “es
pequeña, tan blanda por fuera, que se diría
toda de algodón, que no lleva huesos. Sólo los
espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos
de cristal negro” .
A la dureza de su mirada le acompaña una voz desagradable
y unos modales chabacanos. Pertenece a ese tipo de mujeres,
que como bien dice la Página
de arpías “es de las que quieren
un marido, pero no saben el de quién”. Con
este cúmulo de “virtudes” no debería
causar admiración, pero tal vez su incapacidad para
discernir entre un vestido y una combinación de lencería
fina puedan dar una pista, al menos para sus admiradores masculinos
(además de las dos poderosas razones ya mencionadas).
Hace tiempo, en una nota titulada “con T de tonta” plasmé mis desagradables impresiones acerca de su programa de televisión “con T de tarde”. Ha querido el Destino que una garganta profunda me cuente lo que ocurría entre bambalinas para que lo revele a su público que tanto la quiere.
El programa, del tipo Magazine, se emitía en directo todas las tardes de lunes a viernes con asistencia de público, femenino en gran parte. En la entrada del estudio de grabación se agolpan las señoras con la esperanza de conseguir una primera fila. Cuando se abrían las puertas, una estampida similar al recorrido de la calle de la Estafeta en los sanfermines de Pamplona, levanta el polvo del suelo, dejando en el camino a las víctimas caídas en la lucha por las mejores plazas.
La primera actividad de los empleados de la cadena de TV era recoger a las señoras del suelo, entre los manojos de cables, comprobando que no estaban lesionadas ni electrocutadas. Mientras realizan esta labor tan humanitaria, entraba Terelu en el estudio sin dar siquiera las buenas tardes, haciendo gala a su descripción de Platera.
Terelu, fumadora compulsiva, disponía de una secretaria particular cuyo principal cometido era sostener el cenicero de su jefa. En los intermedios del programa, mientras daban paso a la publicidad, escapaba como una posesa a fumarse un cigarrillo y la secretaria solícita acudía con el receptáculo para las cenizas. Era una versión moderna del oficio de palanganero.
Unos de sus colaboradores, llamado Arturo Tejerina, utilizaba los cortes publicitarios para calmar su sed, con una media de uno o dos vasos por pausa de un líquido que no era incoloro, ni inodoro, ni insípido. No sé si tendrá alguna relación la ingesta del fluido con su hilaridad in crescendo conforme transcurría el programa. Ignoro si esta insaciable sed venía de antiguo o la adquirió en tan encantador plató.
Terelu iba vestida en la hora del té
con un traje que podríamos decir que parecía
de noche, pero de cuando una se va a dormir. Vestida así,
de forma estrafalaria y trovando las historias de la prensa
del corazón como Don Mendo, sólo nos queda decir,
como le decían a él: Terelu ¿qué
les das?
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(1) Palabras robadas a Juan Ramón Jiménez de su poética prosa de Platero y yo.