El number one

Era el primero de su promoción; un chico inteligente y bien mandado. Alto, muy delgado, extremadamente tímido, de los que nunca miran de frente y dan la mano con poca fuerza. Era el primer jefe que no provenía de la vertiente política, su fichaje correspondía a su brillante expediente académico.

Fue mi jefe durante el tiempo que trabajé allí. No me resultó fácil colaborar con él por mi espíritu crítico que chocaba frontalmente con su pedestal de number one. Cualquier comentario que le hacía sabía de antemano que iba a saco roto, pero al menos podía decir lo que pensaba.

Fue una pena que no hiciera caso de mi sentido común cuando le advertí que los esfuerzos se tenían que hacer en el SW y que los equipos HW para desarrollo ad hoc no iban a ningún lado. Cuando me fui, dos años después, hicieron lo que yo le propuse al mes de estar allí. A veces las matrículas no dejan ver las soluciones sencillas a los problemas.

Tenía serios problemas de comunicación por su timidez que nos afectaban a sus colaboradores. Si tenía que comentar algo lo iba aplazando hasta que ya no le quedaba margen en el día y lo decía cinco minutos antes de que finalizara la jornada laboral. Cuando vi que era imposible salir a mi hora por sus tácticas dilatorias, trace un plan de contraataque. Conforme le veía venir hacia mi mesa me iba poniendo la chaqueta y cogiendo el bolso. Al final le gané esa batalla.

El Lejías y yo solíamos murmurar a sus espaldas sobre la forma sibilina que tenía de hacer las cosas. Aún recuerdo los mosqueos que se pillaba el Lejías cuando comprobaba que el munber one le había cambiado el código de sus programas por la noche.

No tengo mal recuerdo de él porque no era mala persona, solo un inteligente demasiado tímido.

Lula

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