Creo que tengo alma de Maruja

A hilo de la mujer florero, y con no poca vergüenza, me confieso: creo que yo sí que tengo alma de Maruja, y no sé si a mucha honra o qué, pero la tengo.
Me he pasado la mayor parte de mi vida adulta, que no es demasiada, las cosas como son, preparándome para ser la mujer del siglo XXI, porque eso me vendieron en casa, en el colegio, en el instituto y en la facultad.

Tuve una tropa de profesoras echás p'alante en colegio laico y en instituto progre que nos daban mucha caña a las niñas y nos obligaban a estar a la altura de nuestros compañeritos masculinos en todo momento; es más, como en mi colegio, por tradición, las niñas hacían ballet y los niños judo, cuando yo tenía unos 11 años o así, empezaron a casi obligarnos a todos a hacer de todo, con lo cual teníamos las mismas horas de deporte a la semana, pero la mitad de una actividad y la mitad de la otra: íbamos camino de Europa y había que dar ejemplo.

Mi madre en casa me crujió a enseñanzas también desde pre adolescente: no solo me instruyó a cultivar mi físico, sino que desde muy niña también llevo escuchando las cantinelas "la única independencia que conozco es la económica", "hay que vender inteligencia envuelta en un físico agradable a la vista", etc.
A los 31 años me separé de mi anterior pareja con un terrible sentimiento de culpabilidad porque después de ocho años descubrí primero que él competía conmigo en todo y que después me ponía los cuernos. Yo estaba agotada de ir a trabajar, a la facultad a terminar la carrera, al servicio de idiomas de la Universidad de La Laguna a aprender japonés y al gimnasio para no engordar; harta de salir corriendo de un lado para llegar a casa a sacar a los perros (dos) y después ponerme a arreglar el hogar, hacer de comer para que él llegara y lo encontrara todo a su gusto. Ganaba un sueldo mediocre que no daba para pagar una señora de la limpieza en casa, así que me lo comía yo todo.

Un año antes yo había tenido un proceso de gastroenteritis nerviosa que un psicólogo amigo me diagnosticó tras ir y venir de un médico a otro pasando varias veces por urgencias, especialistas digestivos, pruebas de diagnóstico, etc., y fue entonces cuando empecé a frenar el ritmo por prescripción facultativa y vino el acabose. Porque entonces dejé el trabajo porque terminaba los exámenes de fin de carrera, engordé porque no me movía tanto como antes y empecé a salir con unas amigas de vez en cuando para desestresarme y descubrir que él me ponía los cuernos con todas y con ninguna.

Cuando le enfrenté, me dijo que yo ya no era la de antes, que había cambiado, que ya no encontraba en mí la mujer que había conocido y que cuando él llegaba a casa ahora yo estaba histérica en lugar de calladita y agotada como solía estar antes, y que eso a él le agobiaba muchísimo .
Todo esto sucedió en medio de mis exámenes de fin de carrera; recuerdo que un día en un examen oral me vine abajo, no pude más y estallé en llanto, y una de mis profesoras me cogió por banda, me encerró en su despacho, me hizo confesar, y su mejor consejo para mí fue "tienes que ser independiente en todos los sentidos". Me contó que ella había enviudado muy joven teniendo niños pequeños y que había sido el trabajo el que la había ayudado a salir adelante, etc.

Así que eso hice, antepuse mi yo a todo lo demás, y entonces, dos años después conocí a mi actual pareja, y a estas alturas del guiso y un poco más relajada, vuelvo a estar inmersa en trabajo, casa, perro, pareja... pero me viene a ayudar una señora de la limpieza una vez a la semana, ya no tengo que ir a la facultad, paso de aprender idiomas que nunca voy a practicar, trabajo a cinco minutos caminando desde mi casa y mi perro es un enano que si se hace pis en el salón no pasa nada.
Pero cada fin de semana les digo a mi madre y a mi suegra: "estarán contentas, ¿eh?, menuda mierda nos vendieron de mujer del siglo XXI, yo firmaba por volver al XVII pero ya mismo".

Tanto quemar sujetadores, tanta píldora anti baby y sexo sin matrimonio, carreras profesionales, masters impronunciables, dietas y gimnasios, y te juro por lo más sagrado que estoy hasta las narices de tener que dar la talla a diario en todo y empiezo a pensar que quiero ser la madre de la familia de Cuéntame cómo pasó.
Porque encima, si hoy hago dieta y paso de hacer de comer a mediodía... me siento culpable porque él llegará cansado a casa, (él, que se levanta una hora antes que yo porque entra al trabajo una hora antes, él, que no tiene ni tiempo para ir al gimnasio porque curra el triple de horas que yo (también cobra el triple), él, que ni le da tiempo a echarse una siestita de media hora como a mí) y la que suscribe no habrá hecho nada por su estómago... y porque por mucho que por fuera me encante ser la independiente que soy y competir cada viernes por la tarde con la pandilla de las chicas a ver cuál ha tenido una semana más agobiante y vender inteligencia y todas esas cosas ... en el fondo, me dan una envidia la Preysler y compañía que lo tienen tan claro, se lo dan todo hecho y no han perdido el tiempo en menudencias como yo !!!!

Rebecuqui

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