La mujer florero
La vida es un continuo avanzar para volver siempre al mismo sitio. Es una pesada broma que nos hace dar vueltas y más vueltas para llegar al punto de partida(1). La mujer, como objeto decorativo sin voz ni voto, intenta en algunos casos salir de esta situación para terminar formando parte de una naturaleza muerta. Al final, tanto las que se marcan el objetivo de ser mujeres florero, como cantaban magistralmente Ella baila Sola, como las que decidieron sacar los pies del tiesto, terminan decorando un rincón familiar, un evento social, una comida de negocios, una conferencia académica o incluso un sillón en un consejo de ministros. En todos los casos dejando su aroma, color y belleza plasmado en el ambiente.
Ella baila sola - Mujer florero
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Escribo estas letras desde el sillón del auditorio de la empresa para la que trabajo, mientras distraigo el tedio que me produce ser una mujer florero cuyo único cometido es hacer bulto entre el público. Llueve sobre mojado porque es el segundo evento del día (el anterior en una escuela de telecomunicaciones) en la que mi misión consiste en estar de adorno. Hoy es el día de Internet, en ambos eventos los ponentes eran hombres, las mesas redondas esta formadas por hombres, pero múltiples florecillas dábamos color a una audiencia de hombres grises como señal de que la primavera existe.
Mi carrera como florero se remonta a mis inicios en el mundo de la gestión en la que abandoné el laboratorio para frecuentar reuniones y comidas de negocios. Asistía a las reuniones en las que había que hacer bulto y a las comidas con los clientes en las que pagaba con mi visa de empresa para que mi director pudiera firmar los gastos de manera más discreta. No podía hablar, no podía eclipsar al director sol e incluso no podía pedir comida sofisticada que pusiera en evidencia a mi jefe.
Abandoné la carrera de gestión e intenté volver al laboratorio, pero era tarde. Mi imagen de florero había calado hondo y mi destino estaba trazado por la senda del evento y hasta la fecha no he conseguido neutralizar esta maldición.
Es un poco desalentador llegar a la conclusión de que aunque hayas estudiado una carrera universitaria, trabajado como una negra y demostrado eso de nena, tú vales mucho, al final en una ataque de lucidez te des cuenta que es Isabel Preysler la que siempre lo tuvo claro desde el principio y no perdió el tiempo en menudencias.
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(1) Como la maldición de Sísifo