Bambino
Miguel Vargas Jiménez, conocido artísticamente como Bambino, murió la primavera del 99, se quedó en el siglo pasado. Sus últimos días transcurrieron en una humilde casa de su Utrera natal, disfrutando de los pequeños placeres como desayunar o tomar vino bajo los rayos de sol de la media mañana en su patio. Solo con sus recuerdos, el rey de la rumba esperó a que llegara ese día en que su voz se apagaría para siempre.
Su cante me saca del letargo y me resucita con la fuerza y el ritmo con que saben transmitir la fatalidad y el desgarro las gentes del sur. Cuando lo escucho cantar viene a mi memoria el sabor de las almendras fritas. Entre el sabor salado se cuela de vez en cuando la amargura que destilan algunas almendras(1). Sal y punzadas de amargor son los componentes básicos de sus canciones.
Las letras de sus canciones no dejan un resquicio abierto a la alegría, que se queda reservada para la música, arropada por brillantes guitarras, que ponen el contraluz a tanto dramatismo, como los cuadros tenebristas de la escuela Sevillana. Letras de canciones donde se mezclan pasión y religión de la siguiente forma:
Mojé mis dedos en la pila bendita de sus ojos
La señal de la cruz con sus lágrimas hice
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Letras en las que el dolor y la desesperación superan a la razón
Voy a ponerme en los ojos
un hierro candente
pues mil veces prefiero estar ciego
que volver a verte
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Fue famoso en los años 70 pero se quedó en esa categoría de cantantes malditos que solo valoran los entendidos, que marcan un camino en la música e influyen en otros cantantes que sí alcanzan el éxito (2). La fatalidad le negó el triunfo que otros lograron siguiendo su estela.
No conocí a Bambino hasta que S.M. vino a casa con un montón de vinilos de él para cambiarlos de formato. No pude escucharlo porque tenía estropeado el amplificador del equipo de música analógico y en el nuevo no tenía plato. Allí se quedaron cogiendo polvo los LPs. Un día en la Fnac encontré un CD en oferta de Bambino, lo compré guiada por la curiosidad y quedé fascinada cuando lo escuché.
Me sorprendió que no fuese famoso, que nunca hubiera escuchado nada de él por la radio, que alguien con esa fuerza no tuviera un público incondicional. Se lo comenté a S.M. y me dijo:
Aunque soy de la tierra de María Santísima, la primera vez que escuché a Bambino fue en un puticlub de Logroño, en 1989. Y aquella primera canción me desgarró el alma. A partir de ahí me volví loca tratando de encontrar su música. Tan solo conseguí algunos cassettes en las ventas de carretera, hasta que un día, de visita en casa de mi tío, le comenté lo mucho que me gustaba a mí un cantante de Utrera que acababa de descubrir: Bambino.
Este tío mío, durante una época de su vida, vivió pegado a cualquiera que tocara una guitarra. Y, cómo no, resultó que conocía a Bambino desde que ambos eran chavalillos e iban de juerga en juerga. De ahí a mi tío le quedó una amistad lejana y todos sus LPs, además de un sinfín de anécdotas de borrachera.
Tras su muerte han hecho de él una estrella. Por cierto, ¿quién estará cobrando los derechos de autor que él nunca vio?, algo que le negaron siempre en vida.
Bambino cantaba al desamor, a los amores prohibidos, al mal de amores, al desengaño, a la traición, al fracaso, a las heridas abiertas, al dolor acumulado. Delgado, con sus ojos tristes y su voz desgarrada sabía poner el alma en sus canciones, dejando trozos de su vida en ella. Deben ser esos pedacitos de vida lo que hace que tanto desgarro me haga sentir viva y paradójicamente amar la existencia.
Para S.M. no hay mejor homenaje que volver a escuchar aquella primera canción, la más brutal de todas, esa que dice....
Bravo,
Permíteme aplaudir,
Por tu forma de herir
Mis sentimientos....
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(1)Existe un variedad de almendras llamada marcona que tiene un porcentaje muy pequeño de almanedras amargas. Son de muy buena calidad pero carecen de la emoción de jugar a la ruleta rusa almendril.
(2) María Jiménez cultivó este género y alcanzó mucha popularidad.