Viaje en tren

¡Qué maravilla lo del AVE(1)!, de Madrid a Sevilla, unos 500 km, en 2 horas y media; puedes ir a pasar el día, y no digamos a Córdoba, un café, una cabezadita y a darse un paseo por la Judería. Claro que no todos los viajes en tren son así; sin ir más lejos yo misma recuerdo uno bastante ilustrativo de la variedad con la que RENFE(2) nos obsequia.

Partíamos, mi marido y yo, de Jaca con intención de llegar a Gijón. La primera parte del viaje debía ser en autobús hasta Pamplona, donde tomaríamos un tren TALGO hasta Gijón, más o menos la distancia que recorre el AVE pero en 6 horas.

La cosa no empezó bien; era el último día de Julio y también la víspera de las vacaciones del conductor del autobús, que aprovechó el viaje para dar un cursillo a su sustituto "ahora da tú los billetes"; "aquí hay que parar si hay gente si no, no"; "antes de arrancar apunta los pasajeros en el estadillo". Lo bueno fue que todos estábamos en situación de solicitar el puesto de conductor de la línea y lo malo que llegamos a Pamplona justo a la hora en que salía nuestro tren.

Presa de un espíritu aventurero poco frecuente, decidimos tomar un taxi y "cazarlo" en Miranda de Ebro, acordamos un precio y nos lanzamos a la carretera para descubrir, cuando llegábamos a la localidad, que nuestro conductor no sabía dónde estaba la estación. Dio vueltas hasta localizar las vías, las siguió hasta la estación, entró por la salida de carga y frenó en el andén justo delante de la oficina del jefe de estación. Sin aliento y con el corazón en un puño, vimos alejarse nuestro tren.

Curados de todo espíritu aventurero nos dirigimos a la ventanilla de información donde descubrimos que en estos casos RENFE te cambia el billete por los que sean necesarios para alcanzar tu destino, así, cambiamos un billete de TALGO en primera por tres billetes en sucesivos trenes regionales, de Miranda a Venta de Baños, de ahí a León y finalmente a Gijón.

En el primer tren no había asientos libres por lo que nos instalamos en el descansillo dejando sitio suficiente, creíamos nosotros, para que pudieran subir y bajar los viajeros.
Poco antes de llegar al bello pueblo de Briviesca vemos a un fornido padre de familia que al grito de ¡más maletas! empieza a acumular su equipaje hasta ocupar todo el espacio y dejarnos totalmente aprisionados contra la pared; en este momento el joven vástago decide que tiene un hambre fulminante y no puede esperar a llegar, así que escala la montaña de pertenencias familiares y se va a la cafetería de la que vuelve a los pocos minutos con la boca llena y el bolsillo vacío quejándose de los precios.
Por fin, el tren se detiene y descubrimos que los bultos se apoyan en la puerta de salida y que ésta se abre hacia dentro. A partir de aquí todo fueron brazos, piernas, bolsas y comentarios sobre lo mucho que estorbábamos, hasta dar con la familia y sus mastodónticas maletas en el andén. Todavía me pregunto por su contenido porque en agosto en Briviesca apenas puedes ponerte algo más que una camiseta y unos pantalones cortos.

El segundo tramo fue más tranquilo, pudimos ir "cómodamente" sentados; nuestra única preocupación era llegar a tiempo para tomar el siguiente tren ya que el revisor nos había advertido de que sólo dispondríamos de 5 minutos. No es pues de extrañar que en cuanto llegamos a León nos lanzásemos al andén a correr como pollos sin cabeza (pero con maletas) hasta que vimos al revisor hacernos señas para que volviéramos a subir porque esta vez no hacía falta cambiar. Así que nos subimos al vagón siguiente, tonificados por el ejercicio y muertos de risa.

El resto del viaje fue muy apacible, no nos preocupaba la hora de llegada, no estábamos cansados de estar de pie en el pasillo, ni anquilosados de permanecer sentados y pudimos disfrutar de la contemplación del bello paisaje que recorríamos y de los innumerables pueblecitos en los que parábamos.

En total unas 10 horas.

Mabeco

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(1) Alta Velocidad Española.
(2) REd Nacional de los Ferrocarriles Españoles.