Una limosnita
Es muy triste pedir
Pero más triste es robar
Esta Semana Santa hemos cambiado la casa del soltero por la del divorciado, me explico: Mi casa habitual de vacaciones está en La Punta del Moral y se llama "La casa del soltero" pero por razones familiares nos alojamos en la casa de mi cuñado que está convaleciente de una operación y que a la sazón es de estado civil divorciado.
El cambio no está mal porque mi cuñado vive en una preciosa casa malagueña al lado del mar. Me llevé mi Towando con la esperanza de seguir en contacto con mi digital life. La fe en la infraestructura inalámbrica de los vecinos de mi cuñado se derrumbó en el primer momento. Vamos, vamos, vamos, poquitas redes y con candadito. ¡Qué poco se gastan los ricos de Málaga en ADSL! Y los que hacen el gasto ¡qué gente más egoísta!
Aunque no tengo paciencia, a pertinaz no hay quien me gane. Puse a cargar las baterías y una vez que el portátil tuvo su autonomía me empleé en rastrear la casa. He descubierto dos redes abiertas y he conseguido conectarme a Internet por una de ellas.
La señal es muy débil y como viene se va. Esto me ha obligado a buscar la zona de mejor cobertura que ha resultado ser el pasillo a la altura de la puerta del cuarto de baño. Puedo optar por acomodarme en el suelo o apoyar el portátil en la encimera del lavabo. La segunda zona mejor es la terraza pero hace un frío que pela y la tercera es la habitación que ocupamos pero la conexión es intermitente.
Así voy como un sabueso buscando una señal, un rastro, un medio para comunicarme con mi barrio digital, alargando mi Towando para pedir una limosna de red. Pero la limosna siempre implica humillación y me tengo que arrastrar por el suelo, o pasar frío o insistir cada cinco minutos en pedir una dirección de red y una puerta de enlace con el mundo digital.
La próxima vez que venga a Málaga me traeré una llave mágica que abra el candado de estas redes egoístas.
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