Trifón
En plena Feria de Abril, con un clima primaveral, la tenue brisa perfumada de la flor de Azahar no venía sola, la acompañaba la suerte. En el recinto del Real un conocido nos regaló dos entradas para la plaza de toros de la Maestranza. Esta sorpresa nos llenó de ilusión ya que nunca habíamos visto una corrida de toros en esta plaza(1).
A la salida, nos dirigimos a los bares de tapas de la zona con las ideas muy claras sobre nuestro destino final, directos a La Flor de Toranzo(2), más conocido por el nombre de su fundador, Trifón(3) . Conseguimos 30 cm de barra y nos dispusimos a pedir unas tapas.
El camarero que nos tocó en suerte, en este caso la suerte contraria, atendía por el nombre de Domingo. Era un muchacho joven con largas y finas patillas muy a la moda. Adolecía de una dosis de servilismo difícil de asimilar que ejercía con su voz atiplada hacia la persona de Don Pedro, suponemos que cliente habitual y generoso en sus propinas.
Todo eran atenciones hacia su persona que redundaba
en sus acompañantes, un amigo y dos cacatúas elegantemente vestidas.
- ¡Don Pedro, Don Pedro, aquí tiene sus tapitas! ,
- ¡Don Pedro, Don Pedro, aquí tiene un poquito de pan para mojar!
- ¡Don Pedro, Don Pedro, ahora ya le están preparando lo que me
ha pedido!
- ¡Don Pedro, Don Pedro.!
Con tanto esmero le atendía, que descuidaba a los restantes clientes
que veíamos pasar tapas y tapas siempre con el mismo destino: Don
Pedro.
Siendo mujer de poca paciencia, me busque una actividad para mitigar el mal talante que me iba invadiendo y no encontré otra más a mano que la observación del entorno. Aunque el público de Trifón es generalmente de clase media pudiente, estabamos rodeados de gente peculiar.
A mi izquierda, se encontraba un matrimonio acompañado de un amigo, los tres sobrealimentados. Ella era la viva imagen de la Ofelia de Mortadelo y Filemón, con un perímetro torácico digno de una película de Fellini. Cuando soltó la primera risotada elefantiásica, casi preferí la aguda voz del camarero Domingo aclamando a su Don Pedro. Perdí el interés por ella y me dispuse a explorar el otro lado.
A la izquierda estaba situada una pareja, muy poco pareja. Ella, morena, alta, elegante, muy bien vestida y mejor calzada. Él, bajito, feúcho, con la cabeza rapada que anticipaba una incipiente calvicie. Me dije, el calvito debe estar forrado, porque si no, no llevaría tan vistosa compañía; pero de nada le vale frente a Don Pedro, que con su cacatúa se está comiendo todas las tapas.
Estaba yo en tan elevados pensamientos cuando me los disipó el aroma de mi tapa de queso de roquefort con morcilla. Una vez con el emparedado en la mano pensé que había merecido la pena la espera. Pagamos las consumiciones dejando al camarero la nada por propina; ya le compensará Don Pedro, me dije.
Al salir vimos pasar un impresionante mercedes descapotable de color amarillo conducido por el calvito, con la morena de copiloto. Una vez más pensé que siempre me quedo corta; no le hacía yo con tanto coche.
Más relatos de Lula, pulsar aquí
e-mail de contacto: seccionfemenina@gmail.com
(1)Es muy difícil conseguir una entrada para la
Feria de Abril, la plaza es pequeña y la afición muy grande.
(2) Sito en la calle Jimios, nº 1. Antigua tienda de ultramarinos
que, como otras, ha derivado en auténtica delicatessen de embutidos
y conservas.
(3) Nacido el 1 de abril de 1917 en el Valle de Toranzo,
en un pueblecito que se llama San Martín de Toranzo (Santander).
Llegó a Sevilla en 1929, el año de la Exposición. Trifón en realidad
no se llamaba así, sino Triunfo Venancio Gómez Ortiz, pero en la
guerra civil un sargento le dijo: ¿Qué nombre es ese? Eso ni
es nombre ni es ná. Y repetía "Triunfo, Triunfo...Será Trifón".
Y desde entonces con este nombre es conocido comercialmente.