Teatro
En la ciudad de las gaviotas ya sólo queda un teatro, tres eran muchos para una ciudad de provincias. A éste lo rescató el Ayuntamiento, quizás por eso lleva el nombre del hijo ilustre e ilustrado de la villa, como el museo, el instituto, el hotel, la calle…
Por el teatro municipal pasan todos los espectáculos que tienen a bien recalar en este puerto y traer los dramas, danzas y músicas de lugares más o menos próximos en el tiempo o en el espacio. Pero este coliseo no descansa y cuando no hay visitantes es tomado al asalto por ciudadanos que suben al escenario a mostrar a sus amigos del patio de butacas su alma de artista. En estas ocasiones, la vida de la ciudad traspasa sus muros y circula por sus pasillos como un torrente de risas nerviosas y divertidas que desemboca, con un estruendo de aplausos, en el escenario.
Primero llegan los artistas, que tienen entrada aparte, y se dirigen a los camerinos para vestirse y ensayar "vamos, vamos que ye tarde", los nervios ya empiezan a jugar alguna mala pasada "¡No me acuerdo de nada!", o algún alborozo injustificado "¡Ay, que me da la risa!"; luego hay que subir a medir el escenario "¿Póngome aquí, ye esti el mi sitiu?" y volver a los vestuarios a darse el último retoque "¿toy bien así?".
Mientras tanto, fuera en la plaza se ha ido formando una larguísima cola de espectadores que se impacientan "Yo no sé por qué no abren ya" y se vigilan "¡Oiga, no se cuele!". Cuando las puertas se abren todos corren a escoger sitio "Aquí, aquí estamos bien" "¿Está ocupada esa butaca?" y comentan unos con otros "¿Tú a quien vienes a ver?" "Yo a la mi vecina que canta en un coro ¿y tú?" "Yo a la mi hermana que va a bailar un bolero".
Por fin empieza, pero el presentador no despierta interés y el silencio sólo se logra durante las actuaciones. Hay un barullo de hormiguero por toda la sala, los artistas pasan de los camerinos al escenario y de allí a las butacas, los espectadores entran "creí que no llegaba", cambian de asiento "voy poneme allí que no oigo bien" y salen "marcho que tengo la cena sin hacer" mientras habla el presentador "pa’ no interrumpir".
Todas las actuaciones son aplaudidas "hiciéronlo muy bien, ¿verdad?" porque subirse a un escenario es ya una demostración de valor que lo merece, "¡hay que animalos!", por eso si algo falla, si alguno parece vacilar entonces la ovación es tan atronadora que amenaza con derrumbar los viejos muros.
Las actuaciones se suceden, unos bailan, otros cantan, ahora un sainete, luego una habanera, sin entreactos, con pocos comentarios que hay mucho arte para poco tiempo. Siempre dura más de lo previsto y se acaba antes de lo esperado porque si se te hace largo te vas y si llegas tarde puede que te sepa a poco. Cuando el telón cae se acaban la expectación y los nervios, llega el cansancio pero el bullicio no cesa sino que se aleja calle abajo "¿Qué te pareció?" "Confundime al dar la vuelta" "¿Gustote de verdad?" "¡Madre, marcho que ye muy tarde!" "Yo no repito que pásolo muy mal" "¿Qué vas a hacer con el vestíu?"…
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