¿Existe Teruel? – Dímelo a mí
Sobre el relato Teruel existe
Para los argentinos, España es... España y podemos nombrar Madrid, Barcelona, Valencia, Galicia y, y, y para de contar; tenemos que pensar un poco para nombrar más ciudades. Como yo no escapo a la "media Argentina" en conocimientos de geografía europea, cuando hace unos años conocí a José Carlos (Chusé) en un foro literario y me contó que vivía en Teruel, volé a un ciber-mapa para ver dónde quedaba ese sitio desconocido para mí. Pensé en una ciudad de Medio Oriente, pero el tío escribía muy bien en castellano, así que con un poco de vergüenza me enteré que quedaba en Aragón, España.
Demás está contarles la reacción
del aragonés ante mi desconocimiento que, como sabrán,
no se caracteriza por el "buen genio":
-Claro, nadie sabe dónde queda Teruel –bramaban
sus letras en el foro- y la culpa la tiene Madrid, pues para
ellos no existimos!!-
Y así comenzó la más bella historia de
mi vida.
Poco a poco fue enviándome información, fotos,
historias y costumbres del ignorado Teruel.
Pasó el tiempo, casi dos años, y coseché
un grupo de amigos turolenses que son de maravilla. Muy buena
gente.
Por esos años tenía yo la "idea
fija" de dejar mi país para pasar a ser una
más entre los miles de argentinos que desembarcan en
España en busca de "mejores aires"
que Buenos Aires no nos da.
Tanto aprendí y conocí de Teruel a través
de mis queridos amigos, que fue madurando la idea de vivir
allí y un día decidí regalarme, para
mi cumpleaños, un viaje a Teruel.
Así comenzaron los preparativos. La emoción
de los amigos turolenses por mi visita, la cara de asombro
de los amigos argentinos: -¿Adónde vas?, ¿A
Teruel?, ¿Y eso dónde queda?..
Llegó el día de mi cumpleaños,
2 de mayo, y partí rumbo a la Península. Si
bien no era la primera vez que visitaba España, sí
lo era ir a un sitio totalmente desconocido. Reconozco que
en otros viajes no he pasado de Madrid y Barcelona, ya que
siempre he ido por cuestiones laborales y no hay mucho para
elegir.
El vuelo fue Buenos Aires/Madrid/Buenos Aires porque en las
agencias de viaje Teruel no existe.
-Si lo desea puede ir a Barcelona o a Valencia y de allí
usted verá como llega a ese lugar –decían
algunos.
-Puede ir a Madrid y a Zaragoza y allí puede ver como
viajar a Teruel –decían otros.
Al fin hice lo que hacen todos los argentinos: Buenos Aires/Madrid/Buenos
Aires y ya veríamos.
Durante los años de comunicación, casi diaria, con mis amigos turolenses teníamos muy claro el proyecto de hacer alguna actividad comercial en Teruel relacionada con el turismo rural, por lo especial de ese lugar. Una sociedad aragonesa-bonaerense, o lo que es lo mismo, española-argentina, algo así como Telefónica de Argentina SA, salvando las distancias.
Emprendí el viaje en compañía
de mi sobrino Gabriel (el informático), (cuando no
tienes hijos, sabes muy bien que tienes sobrinos) Como no
podía ser de otro modo, mujer al fin, sabiendo que
estaríamos un mes fuera de mi país, llevaba
algunas "cosillas por si acaso", léase
dos maletas del tamaño más grande que hay, un
bolso de mano (de mano de gigante por sus medidas) y otros
elementos colgando de mis dos únicos hombros.
Gabriel, digno representante del "sexo fuerte e inteligente"
(ja!) apareció en el aeropuerto con una sola maleta
mediana y su "note-book" (léase ordenador
portátil), al que lleva de viaje más que a su
mujer.
-¿Para qué llevas tanta ropa? –Decía
mirando con desesperación mis maletas tamaño
"arcón de bucanero"–no vamos
a unirnos a Las Cruzadas, solamente vamos
a Teruel- y mientras decía eso pensaba que sería
el encargado de arrastrarlas por esos caminos de Dios.
Después de casi 14 horas de "levitación
aeronáutica" llegamos a Madrid. Estábamos
en Barajas y tal como habíamos quedado con Chusé,
llamé por teléfono para darle la noticia de
nuestro arribo.
-Estamos aquí!, ¿Qué hacemos ahora? –gritaba
yo por el móvil.
-Bien, vayan a la estación de taxis y pidan que los
traigan a Teruel. No olviden de acordar el costo del viaje
previamente- explicaba mi amigo con su bello acento aragonés.
Arrastrando el carro con una pirámide de maletas, comenzamos
la odisea para conseguir un taxi que nos transportara hasta
Teruel.
Allí comprendí el por qué
de la Web: "Teruel también existe",
pero aparentemente los conductores de taxi no navegan mucho
por Internet.
Nos miraban como si les pidiéramos que nos llevaran
al rally Paris-Dakar. Cuando uno de ellos,
con un extraño acento, aceptó el reto y al pedirle
el precio por el viaje, hicimos el cambio a nuestra moneda
(aún estaban las viejas pesetas) y casi nos salía
lo mismo que un billete en avión de Buenos Aires a
Brasil.
-Ni loca –dije- debe haber otro modo de llegar a ese
bendito lugar! –y volví a llamar a Chusé
para que me explicara cómo viajar.
-Claro, mujer, el bus! En la terminal de autobuses de Madrid
puedes coger el bus xx que los dejará aquí en
unas horas.
Todo parecía tan simple para él, que rápidamente
cubrimos un taxi con las maletas y pusimos proa a la terminal.
Ya estábamos cercanos al mediodía.
Teníamos un poquito de hambre, por no decir que estábamos
hambrientos debido al cambio de horario (5 horas de diferencia).
Gabriel continuaba con su letanía sobre mis maletas
con plomo y ya el calorcillo agradable de la primavera española
que nos recibiera en Barajas se estaba transformando en un
calor apreciable.
Como pudimos, subimos y bajamos escaleras, recorrimos interminables
corredores leyendo desconcertados los carteles en busca de
la compañía de bus que hace el camino a Teruel.
Al fin la ventanilla tan buscada, tras la cual un señor
calvo y con cara de pocos amigos nos informaba que la próxima
salida sería a las 15 horas.
Compramos los dos billetes, otra vez subir
y bajar escaleras, recorrer los interminables pasillos atestados
de gente con carros, maletas, bultos, canastos, etc. y nosotros
tratando de encontrar un sitio para matar el hambre y que
pudiéramos estacionar nuestro equipaje a la vista,
pues los que hemos viajado sabemos que en los aeropuertos,
terminales de trenes y de buses de todos los países
del mundo, merodean los amigos de lo ajeno.
A estas alturas el calorcillo agradable era ya un calor insoportable,
y el viaje tan soñado era ya: "para qué
vinimos".
Al fin las 15 horas.
Nos llamó la atención la escasa
cantidad de pasajeros en el bus con destino a Teruel, lo que
se acrecentaba a medida que se detenía en las ciudades
del camino, bajaban pero nadie subía.
La noche se acercaba y el bus quedaba cada vez más
vacío.
Pensaba: -¿Habremos tomado el correcto?- y me acercaba
al conductor para preguntar por nuestro destino final.
-No se preocupe, señora, allí termina el recorrido,
no puede perderse. Además, aún falta un buen
tramo.
Gabriel dormía en un asiento todo para él, como
si estuviera en su cama. ¡Frescura de juventud!
Llegó la noche cerrada y solamente se veían
algunos puntitos luminosos en medio del campo.
En la última parada bajaron los dos pasajeros que estaban
en el primer asiento. Miré hacia atrás y solo
quedábamos, el conductor, Gabriel (dormido como un
angelito) y yo! Únicos pasajeros a Teruel!
-¿Es la primera vez que vienen a Teruel?
–dijo el conductor, sonriendo con algo de picardía
(al menos así lo percibí) –en 15 minutos
llegamos-.
-Si, y estamos viajando desde ayer a las 10 de la noche, hora
de mi país, y me preocupa lo lejos que queda este lugar
–dije en un hilo de voz.
-¿Existe Teruel? –me pregunté en un susurro
y ya comenzando en creer en la falsedad del dicho.
Desperté a Gabriel, que abriendo un ojo dijo: -¿Llegamos?
–y mirando por la ventana exclamó: -¡estamos
en medio de la nada!, nos equivocamos de bus!-
-Serénate, faltan solamente 15 minutos más.
Yo pensaba si Teruel surgiría como una gran nave del
espacio en medio de tanta oscuridad (recordé el film
"encuentros cercanos").
Y así fue. De pronto, tras una pendiente del camino,
aparece un ramillete de luces: -Teruel- dijo el conductor.
Hoy, a casi tres años de aquella aventura,
puedo decir con todo amor y orgullo:
a) que tengo los mejores amigos que jamás pensé
tener a esa distancia.
b) que he pasado y paso, cada vez que visito Teruel, los mejores
momentos, disfrutando de una ciudad preciosa, con un microclima
envidiable y con una gente maravillosa y hospitalaria.
c) que se puede disfrutar tanto en invierno como en verano
(el año pasado estuve en el mes de julio) de sitios
preciosos y con buen confort.
d) que los aragoneses son "cabezotas" pero
leales, solícitos y hospitalarios.
El
proyecto de la Casa Rural que soñamos montar en sociedad
hispano-argentina, hoy es una realidad.
Si bien las locuras de la economía argentina me obligaron
a desistir de la idea de vivir en Teruel, el proyecto se concretó
gracias a la tenacidad y el trabajo de mis amigos turolenses
(al principio pensé que se les decía terueleros)
y algún día, si aún tengo las fuerzas
y la Argentina me lo permite, viviré allí.
Quienes hoy lean esta nota pueden visitar ese bello lugar que tienen los españoles, un poco olvidado pero especial para los que aman la naturaleza, lejos del mundanal ruido, aire puro, sitios sin contaminar por el hombre, ríos, montañas, nieve, hospitalidad, buena comida y buena gente.
La casa rural se llama "La Casa
de la Estación", la hemos inaugurado
hace solamente unos meses pero ya puede ofrecerles una buena
atención.
Todo bajo el mando de mi amigo José Carlos Gómez
Pérez, Chusé para los amigos, un fantástico
turolense que no solo vuela en parapente, también vuela
con la imaginación y con el corazón.
Y
para que Lula no diga que no está señalizado,
aquí va el plano. Además, les dejo unos enlaces
donde podrán ver la casa que nació de un sueño
entre dos personas, de dos mundos tan diferentes como el mundo
de Teruel y el mundo de Buenos Aires y que la amistad logró
que ese sueño fuera realidad.
(Si van de parte de LICA, la argentina que escribe en Seccionfemenina,
seguro les hará un descuento especial)
Teruel SÍ que existe, gracias
a Dios.
Hasta la próxima, desde el sur.
Lica
enero de 2005
Más relatos de Lica, pulsar aquí
e-mail de contacto: mariavalente@fibertel.com.ar
Enlaces de "la casa de la estación"
http://www.ecoturismoaragon.com/gudarjavalambre/detalle.asp?ID=123
http://es.geocities.com/casadelaestacion