Las apariencias engañan
A Miguel lo conocía de vista, tenía pinta de pobre
hombre con ciertos visos de no estar en sus cabales. Nunca había
oído su voz y solo recordaba de él algún que otro detalle que había
oído contar por el pueblo. Tenía fama de solitario, huraño y peligroso.
Andaba acompañado de un tal Manuel, pescador de oficio, que era
todo lo contrario a él: extrovertido, cariñoso y con pinta de bonachón.
Quiso la casualidad que un día camino de Málaga mi coche decidiera
dejarme tirada al borde de la carretera y yo ante la prisa de llegar
a una cita, llamara a la grúa e hiciera auto-stop. El primer coche
que paró venía cargado de marroquíes y pensaron que estaba haciendo
la calle; el segundo era un hombre solo con pinta peligrosa, pero
al tercero llegó la vencida.
Tres minutos después iba camino de Málaga, en el asiento de atrás
de un ford escort reconvertido en algo inenarrable para mí. ¡Aquellos
asientos! ¡Aquel volante de cuero!
El conductor no era otro que Miguel, acompañado de su inseparable Manuel. Le veía por el espejo retrovisor como un eccehomo, despeinado, mal afeitado y pálido, pisando con rabia el acelerador. Manuel le pedía que dejara de rechinar los dientes y se comportara como un "tío cabal".
Como hablaban en voz muy alta y yo soy muy curiosa
me quedé escuchando sin pudor alguno la conversación.
- Hueles a rancio, Miguel -decía Manuel-. Así no llegamos a ninguna
parte. La Loreto cuando te vea querrá saber por qué no te lavas
y ¿qué vas a decirle?
- La verdad, que no tengo ganas de bañarme -decía Miguel rotundo-.
- No me extraña que la Loreto se pirre por el cubano -dijo Manuel
mientras se volvía hacia mí-. ¿Conoces a la Loreto, chata?
- No, no tengo el gusto -contesté-.
- Es la novia de Miguel, pero últimamente la tiene aburrida: no
se lava, no va a trabajar, no hace nada a derechas. Ni a izquierdas
-remató socarrón-.
Miguel, muy violento, puso la radio y le mandó callar,
pero el otro, que había visto en mí una víctima propiciatoria para
sus palabras, quitó la radio mientras se giraba del todo medio asfixiado
por el cinturón de seguridad.
- ¿A que a las mujeres os gustan los hombres limpios? -afirmaba
más que preguntaba-.¿A que a un tío vago le dáis puerta?
Que se lo estoy diciendo, que el cubano es mucho tío para estar
detrás de la barra de un bar calentando al personal... Que tiene
mucha labia y siempre va escamondao(1) . Que las titis de
ahora os lo montáis de escándalo...
Yo, por decir algo, pregunté quién era el cubano y Manuel se enzarzó en una larguísima explicación que se me pierde entre el humo de los cigarrillos. De pronto la guardia civil apareció en la carretera haciendo señales de disminuir la marcha, mientras que a lo lejos podíamos distinguir un accidente. Bastante agobiada por la falta de tiempo, decidí llamar por el móvil a mi cita dando toda clase de explicaciones, hasta que pude aplazarla para las 6 de la tarde.
Ya aliviada, me relajo en el asiento. Y, por dar
vidilla a la espera, me intereso por el motivo de su desplazamiento
a Málaga.
- Ya te lo he explicado -dice Manuel, serio-. La Loreto se ha venido
a Málaga pa´fastidiar al Miguel y amenaza con liarse con
un cubano que trabaja en un bar en los bajos de su edificio, si
el Miguel no se corrige. Venimos para hablar con ella y llegar a
una solución. ¿No ves que Miguel está mu mal?
Miguel asiente con la cabeza más tieso que un cirio
de Semana Santa.
- Hombre -empiezo con tacto-, a nadie le amarga un dulce y entre
un hombre bien olido y otro que te ofende la nariz...
Seguimos hablando de las mujeres y los dos me miraban alucinados, creo que era la primera vez que hablaban con una mujer de igual a igual. La experiencia me estaba resultando agradable y a pesar de la pinta de los dos y del coche, yo me sentía muy cómoda hablando con ellos.
A diez minutos de mi destino me dirijo directamente
a Miguel a través del espejo retrovisor y le doy las gracias por
su amabilidad.
- ¿Tu harías algo por mi? -me preguntó muy serio sin dejar de observarme-.
- ¡Qué menos! -le respondí con el corazón en un puño pensando en
qué me iba a pedir-.
- Quiero que me ayudes a comprarle un anillo a la Loreto y a elegir
una ropa pa´ponerme
Me enseñó 500 euros que se sacó de un bolsillo.
- ¿Habrá bastante? -preguntaba anhelante como un cachorro levantando
el puño
La sorpresa me dejó muda, ¡que ya es difícil!
- Iremos -dije-.
Y fuimos. Y a pesar del olor a rancio que desprendía Miguel, al despedirnos le di un abrazo deseándole suerte. A veces, las apariencias engañan.
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(1) De escamondar: Del lat. ex y caput mundare, podar lo somero. fig. Limpiar una cosa quitándole lo superfluo y dañoso. Es un termimo utilizado en Andalucía para indicar limpieza y aseo en las personas.