Lágrimas negras
Estoy totalmente fascinada por el disco "Lágrimas negras", producido por Fernando Trueba, que integra mágicamente el flamenco de "El Cigala" con el piano caribeño de Bebo Valdés. El disco rezuma tal sobredosis de sentimientos que a pesar de haberlo oído cien veces, me sigue encogiendo el corazón cada vez que lo escucho, a la vez que me despierta unos incomprensibles deseos de bailar, siendo como soy negada para la danza.
En la canción que da nombre al disco, la voz rota y profunda de "El Cigala" acompañada de las notas del piano de Bebo Valdés que se mezclan con el saxo de Paquito D'Rivera, me producen un hormigueo que me recorre todo cuerpo, haciéndome sentir el desgarro de la letra de la canción(1) a la vez que me trae a la memoria que yo también lloré lágrimas negras, pero de otra naturaleza, en mi adolescencia.
Cuando tenía catorce años recuerdo la imagen de mi cara en un espejo, en la que discurrían lentas y gruesas unas lágrimas de color negro. La causa de este llanto no era el desengaño amoroso, sino más bien el desahogo por la desilusión de un sueño roto.
Cuando era niña, la gente que me rodeaba solía decir cosas agradables de mí, cómo: "tiene un corazón de oro" o "es muy lista" o "qué graciosa es", pero lo que realmente escondían estos comentarios era que la belleza no formaba parte de mis atributos y yo me daba cuenta. Sin embargo, esta carencia no la sentía como definitiva, sino coyuntural, no en vano había leído el cuento del patito feo que se convierte en cisne y eso me llenaba de esperanza.
Entendía yo que el momento de pasar de crisálida a mariposa era la adolescencia, por eso cuando crecí y empezaron a manifestarse lo primeros signos de mi transformación me llené de esperanza. Pero aun teniendo esas expectativas creadas, observaba que mi rostro no había cambiado al mismo ritmo que mi cuerpo y para compensarlo empecé a maquillarme.
Los sábados le dedicaba un buen tiempo a ponerme todos los cosméticos a mi alcance, dejando para el final el rimel. Pero era en ese momento en que finalizaba la tarea de cubrir mis pestañas con la pasta pegajosa de pinaud, cuando la lucidez me hacía ver la cruda realidad y las lágrimas brotaban de mis ojos arrastrando el rimel a su paso, tiñéndose de negro como mi esperanza.
Lo superé pronto, porque si bien no era guapa, mis neuronas no estaban atrofiadas y supe vencer este pequeño escollo de mi vida. Aunque no siempre lo consigo, intento derrotar a las causas que me hacen llorar, reservando las lágrimas para cuando voy al cine y la película es muy tierna(2). Eso sí, prescindiendo del maquillaje en los ojos para evitar las lágrimas negras.
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(1) El autor de la canción, el cubano
Miguel Matamoros, describe un desengaño
amoroso sin acritud. Vean sino la letra:
Aunque tú me has echado en el abandono
Aunque ya has muerto todas mis ilusiones
En vez de maldecirte con justo encono
En mis sueños te colmo
En mis sueños te colmo de bendiciones
Sufro la inmensa pena de tu extravío
Y siento el dolor profundo de tu partida
Y lloro sin que sepas que el llanto mío
Tiene lágrimas negras
Tiene lágrimas negras como mi vida
(2) El record de llanto lo tuve con la película "Memorias
de Africa". ¡Cómo lloré la muerte
de Denys Finch (Robert Redford)!