La ratonera

La vuelta de vacaciones de verano es el mejor momento para medir nuestra satisfacción en el trabajo. Por ese motivo nunca se hacen encuestas de clima laboral en septiembre, ya que los resultados podrían ser poco virtuales (1). Es en ese momento cuando se puede comparar nítidamente nuestra vida en libertad con las cadenas del trabajo, dándonos con bastante exactitud la distancia que media entre ellas. La rutina diaria será el bálsamo de Fierabrás(2) que suavizará esta distancia, más por olvido de los tiempos vacacionales que por mejora de la situación laboral, ya que de todos es sabido -y yo lo corroboro con mi experiencia- que de una situación mala se suele pasar a otra peor y que siempre hay un punto más bajo (3).

Cuando era una inocente criatura, estudiaba en el internado y no sabía lo que me esperaba en la vida, escuché reiteradamente por boca de una monja que daba clases de taquigrafía la siguiente frase premonitoria que repetía constantemente a modo de dictado:

D I O S - NOS - H A - I M P U E S T O - E L - T R A B A J O -
C O M O - UN - D E B E R - I N E L U D I B L E

Esta frase se me quedó grabada en la mente sin que supiera muy bien su alcance, pero con esta programación desde la infancia he sido una víctima propiciatoria de la adicción al trabajo, que en mi caso se ha saldado 22 años laborales, sin que hasta el día de hoy haya podido vislumbrar el fin de la maldición.

A los que la diosa fortuna nos arrebató el don de vivir del cuento, que somos mayoría, nos encontramos en una ratonera, que se llama trabajo, a la que hemos accedido inocentemente en busca del anhelado queso y en la que hemos quedado atrapados entre sus efluvios, sin encontrar la salida. Una vez al año nos permiten salir de ella para que recuperemos fuerzas, pero cada vez se hace más difícil volver a entrar, ni siquiera el olor del queso nos atrae para traspasar la trampilla, pero el instinto de supervivencia nos empuja a ello.

Las salidas de la ratonera manteniendo el poder adquisitivo son escasas y de dudoso éxito: los juegos de azar, un novio que te retire, descubrir que eres una rica heredera en vez de una pringadilla, encontrar la piedra filosofal, hackear una cuenta corriente secreta, aprobar una oposición en la Administración (4) o dedicarte a la política. Todas estas opciones las descarto salvo los juegos de azar, en los que deposito mi esperanza cada semana apostando en la primitiva y en el azarfond, que es un fondo basado en las apuestas, bastante más rentable que cualquier fondo de inversión.

Pero más trágico que el retorno periódico a la ratonera es que después de volver reiteradamente durante lustros a ella, los que gestionan el queso se lo han fundido a modo de pantagruélica fondue, no dejando ni sus efluvios. Es entonces cuando te dejan en libertad sin queso.

Lula

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(1) Es realmente interesante la riqueza del castellano, ya que hasta a palabras tan duras como mentira se le puede aplicar el eufemismo de virtual, que casi suena a virtud.
(2) Se trata de un brebaje milagroso -seguramente no tanto como dice don Quijote-, procedente del bálsamo con que fue embalsamado Jesucristo y capaz de sanar las heridas de quien lo bebía, su origen se debe la traducción de una adaptación en prosa del viejo cantar de gesta carolingio Fierabrás (c. 1170)
(3) Lo de siempre hay un punto más bajo es transcripción literal de una frase que hace años dijo una persona muy sabia (JPA) y aunque en su momento me pareció muy ceniza, la realidad le ha dado sin duda la razón.
(4) Aquí se pierde algo de poder adquisitivo, pero el precio/hora mejora sensiblemente.