El síndrome de Forrest Gump
Desde tiempos inmemoriales las buenas familias(1) han tenido algún miembro que les sale un poco torpe (Forrest Gump), pero esta condición no les impide disfrutar de las oportunidades destinadas a los presuntamente mejor dotados intelectualmente. Aunque el susodicho tarde 20 años en terminar derecho(2), no le faltará una silla en el Consejo de Administración de alguna empresa controlada por la familia, será feliz y tendrá un futuro prometedor.
Desde que el mundo es mundo, los personajes influyentes siempre han tenido cuñados(3) que estaban en la línea Forrest Gump -a medio cocer-, y a los que había que proteger. Generalmente se utilizaba el recurso de instalarlos en la Administración mediante una plaza en propiedad que les garantizaba la subsistencia de por vida.
Estaremos todos de acuerdo en que los Forrest Gump estaban ocupando injustamente un puesto destinado a personas de mayor coeficiente intelectual, pero el daño colateral no era muy grande. El Forrest Gump de buena familia carecía de mando en plaza y como mucho importunaba a los conserjes. En el caso del cuñado, aunque tuviera mando en plaza e intentara ejercerlo, siempre se encontraría con la resistencia pasiva de los funcionarios, también dueños de su puesto de trabajo y por tanto blindados ante las desfachateces de su jefe. Es lo que podemos llamar una situación injusta pero sostenible.
El pensamiento único dominante en estos tiempos ha abierto un amplio panorama de oportunidades a los Forrest Gump. Ya no es necesario ser de familia bien, ni tener un cuñado influyente; ahora se les valora por sus propias limitaciones, que les dan un valor añadido del que carecen los más listos. Un Forrest Gump tiene una cualidad muy preciada: no piensa y, es más, nunca podrá pensar, ni siquiera influenciado por las malas compañías, ya que su cerebro reseco no da para más.
El habitat de este espécimen son las grandes empresas, que al contrario que las medianas, parece que están más orientadas al maleficio que al beneficio. Imagináos las reuniones de la estructura Forrestiana en la que casualmente se encuentra un ser lúcido que no da crédito a los diálogos de besugo que está escuchando y se le pone la cara como a la Encarna de las empanadillas(4). Ponéos en el lugar de los curritos de los Forrest con su hipoteca y viendo a estos mendas que son los responsables de la estabilidad, la calidad y el bienestar de tu trabajo, que es lo mismo que decir que del pan de tus hijos. Los que dependen de un Forrest, lo mejor que pueden hacer es buscar refugio en zonas laborales menos umbrías, y si los tiempos no lo permiten, armarse de paciencia y rezar para no hundirse en la depresión antes de que pase el chaparrón.
En esta nueva situación de injusticia, los daños colaterales son mayores y el equilibrio no es sostenible. Como el tiempo todo lo pone en su sitio, a los Forrest Gump de nueva generación se les equiparará a los de toda la vida y volverán a posiciones sin mando en plaza pero con el riñón bien cubierto.
Una vez que los he visto encumbrados, me ha desaparecido todo sentimiento de ternura hacia esas cabezas vacías, esa mirada mate de inteligencia y esa expresión bobalicona que te hace pensar que de un momento a otro un hilillo de saliva se deslizará lentamente por su comisura.
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(1)Siempre me ha sorprendido que la bondad
de las familias esté siempre asociada a su posición y fortuna.
(2) No es mi intención ofender a los abogados, pero siempre se les
destina a esta carrera.
(3)Tanto por parte de esposa como por parte de hermana.
(4) Parodia de los humoristas Martes y Trece sobre las llamadas
a los programas de radio. Una señora bastante confusa llamaba al
programa de Encarna Sánchez y decía que estando friendo unas empanadillas
se le había ocurrido llamar para felicitar a un sobrino que tenían
en Móstoles haciendo la mili., al final la señora freía al sobrino
mientas felicitaba a las empanadillas que tenía en Móstoles y a
Encarna se le ponían los ojos en blanco y se le caía la peluca.