MONOGRÁFICO DE LOS FILOPHONES
IV-Alcaide, la prudencia aristotélica
Se le puede hermanar con Aristóteles aunque nunca manifestó animadversión hacia las mujeres y eso que le dimos motivos, sobre todo yo.
Con una paciencia oriental y una enorme capacidad de análisis, clasificó todos los elementos que intervienen en el establecimiento de una llamada telefónica y los estructuró en varias tablas. Las famosas Tablas de Alcaide eran para el proyecto igual que las tablas de la ley de Moisés para los judíos. Lo que no estaba en esas tablas no existía o era anatema. Gracias a ellas pudimos afrontar los cambios que siempre surgen en este tipo de proyectos sin tener que cortarnos las venas.
Al principio, cuando no nos habíamos convertido a sus tablas, las niñas(1) dudábamos que sirvieran para algo y le discutíamos todos sus razonamientos con la energía que da la juventud y el atrevimiento propio de la ignorancia. A veces, no era capaz de explicarnos para qué servía alguna de las columnas y ante nuestra insistencia nos contestaba "Eso es así", que significaba que la discusión había llegado a su fin. Tan solo una vez cedió a nuestras presiones y eliminó una columna, no si antes declamar: “Treinta años de Socotel(2) nos contemplan”. Pasados los años, ante un problema que surgió, entendimos para qué servía la columna suprimida, pero era ya tarde y tuvimos que suplir este fallo de diseño con un parche poco elegante(3). Con el tiempo, llegamos a asumir y comprender las tablas mejor que él y le hacíamos de rabiar cuando se perdía en la inmensidad de su obra.
Al igual que sus antecesores, su trato era muy afable y no levantaba nunca la voz. Por mi parte no se puede decir lo mismo, me acaloro con facilidad y en ese estado suelo elevar el tono de voz hasta límites inadmisibles a la buena educación. Fue el Filophone aristotélico el que me dio una de las mejores lecciones de mi vida. Ante una de mis salidas de tono, me dijo con toda suavidad: “yo también sé gritar”. Creo que no volví a levantarle nunca la voz, pero seguí haciéndole de rabiar con las tablas, aunque nunca conseguí sacarlo de sus casillas.
Otro de sus rasgos característicos era el pesimismo. Nunca decía “está bien”, lo expresaba en negativo mediante “no está mal” o cuando decía que “esto está perfecto” es porque sabía exactamente que no hay nada perfecto. Suya es la frase “siempre hay un punto más bajo” y he de reconocer que como sus tablas, estaba lleno de razón. Estoy segura que su decisión de colgar los hábitos telefónicos antes de la edad reglamentaria obedece a que ve languidecer la telefonía tradicional y prefiere no ser testigo de ello.
Prejubilado en plenas facultades y dejando un montón de discípulos que siguen sus enseñanzas, estoy segura que podrá desarrollar su segunda afición después de la telefonía: entrenar a alevines del fútbol. En este nuevo entorno, siempre perseguido por el síndrome femenino, sustituye a sus antiguas colaboradoras por las madres de los retoños futboleros y creo que con la comparación salimos ganando "las niñas". Con su paciencia, con su capacidad de análisis, con su talante justo y con sus buenos modales, será capaz de poner orden entre las criaturas e incluso entre sus madres, dotando a este deporte de una dimensión aristotélica. Si Florentino Pérez quisiera una cantera de oro, sólo tendría que ficharle para el Real Madrid o para Xfera o para cualquier cosa.
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(1) Como nos llamaba Benigno
el socrático.
(2) El protocolo SOCOTEL permitía comunicar dos centrales
entre sí para establecer una llamada. Correspondía
a la señalización de enlace y realizaba una
función que ahora está incluida en la señalización
SS7 de las centrales digitales.
(3) A los parches inconfesables para salir del paso de un
error de diseño los llamábamos morcillas.