Exorcizando fantasmas (1).
Pues resulta que a estas alturas de mi vida me ha dado por exorcizar ciertos fantasmas de mi infancia y adolescencia, porque igual es que me intentaron educar para ser la Princesa de Asturias, que menos mal que se me adelantó Letizia, la verdad, y en mis más tiernos años me metieron a hacer ballet, y piano, y clases de inglés, y de lo que hiciera falta, pero claro, con los años de la rebeldía, pues fui abandonando poco a poco lo que aún fuera que hiciese.
Hace cosa de un año me apunté en una academia de baile. Yo me decía a mi misma que el que tuvo, retuvo y que seguramente en la segunda sesión ya podría recordar lo que era un " battement tendu" y un "demi-plié" y que en pocas semanas seguro que iba a tener que ir a comprar unas zapatillas de punta. Yo, que tengo una imaginación en marcha que ya querrían los fabricantes de juguetes, me veía como la Carmen Maura del ballet clásico, descubierta para el mundo y la fama después de los 30.
A todas estas, hablando del que tuvo y retuvo, cosa de seis meses antes y pretendiendo hacerle a mi recién estrenado novio una audición de dinamismo y deportividad, me calcé los patines online que en su día me había regalado mi ex y que nunca había estrenado por falta de "quórum", y me lancé a la santacrucera Avenida Anaga una aciaga tarde de viernes. Me pegué una estampada contra el asfalto que no fue normal. Mi novio pensó que me había matado y que ahí concluía nuestro romance y de ese "pequeño" traspiés me quedó la rodilla derecha un poco chuchurría, ya que hasta me tuvieron que medio operar, pincharme para sacarme líquido que se quedó ahí. un asco.
Total, que entonces hace eso, cosa de un año, me metí a intentar retomar el ballet clásico; llegué a un mini estudio de baile que regenta un gracioso, entradito en años, calvo y estrepitosamente amanerado tipo, que me convenció de que retomar el ballet era la mejor decisión que podía tomar en la vida. Así que me quedé a ver una clase y esa misma noche fui a comprarme unas rodilleras para poder hacer filigranas en el suelo sin terminar de fastidiarme la rodilla derecha. Al día siguiente llegué al mini estudio con mis rodilleras nuevas, no demasiado pertrechada porque siempre me ha dado mucha vergüenza ir al gimnasio conjuntada, pero con una ilusión terrible y el corazón latiéndome al ritmo del "chán, chanchanchanchanchán, chán chán" del lago de los cisnes.
La primera media hora fue chula, para qué mentir: barra, música clásica, pliés y demi-pliés a punta pala, calentamiento básico; la segunda media hora empezó mi pequeño calvario: suelo. Unas quince adolescentes se colocaron a mi alrededor y la otra treintañera del grupo y yo nos miramos las barrigas y los traseros comparándonos con ellas con cierta nostalgia y el amaneradito nos puso una música un poco "menos" clásica a cuyo ritmo las adolescentes movían las caderas que daba vértigo. Yo lo intenté, lo juro por mi madre, lo intenté con todas mis ganas y cuando ya estábamos a punto de iniciar la tercera media hora de la clase yo ya había entrado en barrena: el espíritu de la Pavlova se había apoderado de mí y ya no me veía en el espejo ni miraba a nadie más: el cisne que llevaba dentro había renacido de sus cenizas cual ave fénix. Mis brazos y piernas se movían al compás de la melodía, el tul de mi precioso tutú flotaba en el aire mientras yo me lanzaba sobre mis puntas a un lado y al otro del escenario, el público en pie aplaudía enardecido.de pronto la música cesó y escuché que el amaneradito me preguntaba con voz de pito "¿te encuentras bien?".
Me dolía hasta el alma. Presupongo que la estampada fue similar a la de cuando los patines, porque la rodilla se me puso igual y estuve semanas sin poder casi caminar. Me tuvieron que levantar del suelo entre el amaneradito y la otra treintañera del grupo y a duras penas llegué a mi casa, llorando de frustración, rabia y vergüenza.
No he vuelto más por el mini estudio., alguien quiere unas rodilleras semi nuevas????
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