El Valor
Cuando los caballeros españoles finalizaban el Servicio Militar(1), se les entregaba una cartilla donde se valoraba su valentía con el término: "Valor, se le supone". La paradoja estaba en la presunción de una valentía intangible, sin entrar en valorar el hecho más cotidiano de los cuarteles: El escaqueo(2).
Las mujeres arrastramos dos lacras como consecuencia de no haber realizado el Servicio Militar: No se nos supone el valor y no hemos aprendido a escaquearnos. Para superar la falta de presunción de valor, tenemos cierta tendencia a intentar demostrarlo, con tanto empeño que llegamos a creernos valientes. Esta faceta unida a la ausencia de técnica del escaqueo hacen que asumamos las responsabilidades de forma muy natural, sin darnos cuenta de que están abusando de nuestra ingenuidad.
A pesar de estos condicionantes que nos predisponen al arrojo, no hay escuela como la vida para que, en un instante, nos muestre la cruda realidad de cómo somos.
Un suceso reciente que me aconteció en la cocina de la casa del soltero donde paso mis vacaciones, me despertó de mi sueño de heroína(3). Tal como me sucedió a mí, supongo que otras mujeres sintieron el mismo desencanto en algún punto de su vida.
Teniéndome por una mujer determiná(4), independiente, autosuficiente, cuyo valor no se cuestiona pues viene grabado a fuego en el ADN, entré en la cocina a por un vaso de agua; me disponía a abrir la vitrina cuando de reojo observé algo que se movía. Si hay una cualidad que supere a mi valor es la curiosidad, por eso mis ojos en milésimas de segundo siguieron a ese "algo" que resultó ser menudo, gris y con un pequeño y flexible apéndice. No sé cuántos milisegundos tardé en gritar: ¡¡¡UN RATÓN!!!.
En un instante mi arrojo se volatilizó dando paso
a una mujer temerosa que requería de su marido, cuyo valor se suponía,
para afrontar tal situación. Mientras, el maldito roedor se había
atrincherado detrás del frigorífico, lo que no impidió que perdurase
mi temblor ante la certeza de su presencia.
Cuando llegó mi marido, compadeciéndose de mi lamentable estado,
intentó convencerme de que no había visto un ratón, que podía ser
cualquier cosa.
No tenía fuerzas ni para rebatirle, pero, de ahí a admitir que no
sé distinguir un ratón de una pelusa hay un trecho.
Vencida y humillada comprendí que mi valor tiene fisuras por las que se escapan los efluvios de ese miedo que se encuentra enquistado, que soy una mujer que depende de su marido para afrontar peligros que sólo pesan unos gramos y que mi valor es muy cuestionable.
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(1)También llamado "la mili".
(2) Escaquear: Eludir una tarea u obligación en común.
(3) El sueño y la visión posterior no se debían al uso de ninguna
sustancia alucinógena, en este caso heroína es el femenino de héroe.
(4) Así lo decía mi abuelita ,"esta niña es muy determiná",
viendo que no tenía miedo a nada, ni al ridículo.