El VADO

El VADO, símbolo de la propiedad privada, fue el causante de mi primer desengaño en el paraíso laboral. El acceso al edificio, mitad residencial, mitad oficinas, del paraíso laboral, estaba flanqueado por un enorme VADO. La zona prohibida para aparcar comprendía la entrada al garaje y se expandía a la entrada de peatones que conducía a unas escaleras de bajada al jardín que daba acceso a su vez a las oficinas.

Un día que no había sitio para aparcar en la calle, estacioné mi coche en la zona del VADO que no impedía la salida de vehículos y que por supuesto no causaba ningún inconveniente en la entrada y salida del edificio. Cuando salí a comer vi que mi coche, de apenas un mes, tenía un arañazo en el lateral derecho. La noticia corrió como la pólvora entre los compañeros.

Los delineantes que tenían visibilidad directa hacia dónde estaba aparcado mi coche me dijeron que la dueña del edificio había salido a pasear el perro con unas llaves en la mano y que la habían visto acercarse a mi coche. Como era una calle tan intransitada, las probabilidades de que el arañazo lo hubiese realizado alguien ajeno a la propiedad del VADO eran casi nulas.

Comenté que iba a poner una denuncia a la propietaria en la comisaría y la noticia llegó rápidamente a los oídos de los socios de la empresa. Uno de ellos me llamó a su despacho y me sugirió que no pusiese la denuncia porque podría enturbiar las relaciones con los dueños del edifico. Esta propuesta me dejó helada, no podía dar crédito a que estas personas que habían luchado en la clandestinidad contra la dictadura se arrugasen ante una pequeño-burguesa de Arturo Soria que no sabía contener sus delirios de propiedad. No solo no me defendían del ataque sufrido a mi coche sino que se ponían del otro lado.

Le respondí que lamentaba no poder seguir su sugerencia porque me sentía agredida injustamente en lo personal por la propietaria y que la denuncia era a título personal y no tenía nada que ver con mi relación laboral en la empresa. En este punto se inició lo que sería el descenso desde la nube de la utopía laboral y el desengaño mutuo. Por mi parte vi claramente que ellos iban a lo suyo y ellos vieron que yo no era tan dúctil como Paco Lenin.

Una vez en la comisaría la policía me sugirió que no pusiese la denuncia porque solo me iba a llevar a una espiral de agresiones, lo que hoy era un arañazo mañana sería una rueda pinchada. Dispuesta a que no quedara impune la agresión, aunque le estropearse las estadísticas a la policía, puse la denuncia. Resultó que al tomar mis datos el policía descubrió que éramos paisanos y a partir de ese momento se mostró más empático.

Al día siguiente me contaron los delineantes que la tarde pasada llegó un coche patrulla de la Policía y que visitaron la casa de la propietaria. No sé que le dijeron pero mi coche no sufrió ninguna agresión más. Mas tarde averigüé que el VADO tenía el doble de la longitud que le correspondía por lo que estaba pagando al Ayuntamiento y puse la denuncia correspondiente. Ese expediente se quedó en el limbo entre la desidia de la Administración Local y mi falta de insistencia.

Lula

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