El "trepa"
Hace muchos años existía en Cuba una especie de artilugio formado por cuerdas del que se valían los guajiros para subir a las palmeras. Una especie de escalera que se conocía con el nombre de trepa.
Con la misma denominación, calificamos hoy día, a ciertos ejemplares de la fauna humana de nuestros días que utilizan una escalera o trepa en la que los escalones no están confeccionados con sencillas cuerdas sino con ambición insana, astucia, engaño, hipocresía, ausencia de escrúpulos...
A través de tan especial escalera, el trepa, aguijoneado por su desmesurada ambición, intenta alcanzar los más altos puestos de su actividad profesional, basándose no en sus méritos, que suelen ser escasos, sino en el halago al superior jerárquico y la desgracia o la descalificación injustificada de sus potenciales rivales.
Saltándose las más elementales normas éticas y los más básicos conceptos de lealtad, honradez y compañerismo, transforma una sana y noble ambición de progresar en una carrera en la que "todo vale" y el "fin justifica los medios".
Ser trepa, por otra parte, no se piense que es tarea fácil. En su labor, este personajillo estudia muy concienzudamente la estrategia a seguir y sabe ir dosificando, en cada momento, sus dos básicas y complementarias armas: adular al jefe y denostar al compañero.
Para lo primero no duda en adoptar las opiniones políticas, musicales o deportivas de aquel; está, siempre y plenamente de acuerdo con las decisiones de su jefe, que, aunque íntimamente no comparta, alaba sin recato alguno; solicita su "magistral" opinión ante cualquier problema; procura a toda costa hacerse el insustituible; no regatea su horario de trabajo y sacrifica, si es preciso, sus días de vacaciones.
Simultáneamente a todo ello, logrará ganarse la simpatía de la secretaría personal de su jefe. De ella obtendrá los nombres y fechas de nacimiento de cada uno de los miembros de la familia de su superior. Llegada cada una de las efemérides el trepa no olvidará remitir junto a la felicitación, el ramo de flores para la "encantadora" esposa o el juguete para el "precioso" niño del admirado y querido jefe.
Superados estos primeros escalones, el trepa inicia, seguro de sí mismo, el que le permita el definitivo "acoso y derribo" del compañero. Para ello aprovecha, inmisericorde cualquier fallo o error de éste y aprovecha las ausencias, aunque sean justificadas, de su potencial rival, para "minarle el suelo", de la forma más sutil y efectiva.
El trepa no tiene el menor reparo en propalar, convenientemente deformada, cualquier noticia que piense que puede menoscabar la efectividad del trabajo y la honorabilidad del compañero.
Su forma de trepar no se asemeja a la rápida y arriesgada ascensión del guajiro, sino al deslizamiento lento y sinuoso de la serpiente. Y es que lo que verdaderamente interesa a nuestro repugnante trepa no es el tiempo que tarde en dar la mordedura venenosa a su inocente víctima, sino la seguridad de alcanzar sus mezquinas ambiciones.
Fauna-Humana
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