El solterón

Hace casi dos mil ochocientos años que Homero -o los desconocidos poetas que se esconden tras su nombre- escribió una de las más grandes epopeyas dramáticas: la Odisea .

En uno de los cantos del poema, narra como Odiseo o Ulises en su regreso a Itaca se vió obligado a cruzar el peligroso estrecho de Mesina y pasar cerca de la isla de las Sirenas, “allá donde estas divinidades marinas hechizan a los navegantes que se acercan a ellas, con su sonoro canto ”.

Ulises para salvar su barco y siguiendo los consejos de Circe -la divinidad de los ojos claros- tapa con cera los oídos de sus compañeros de viaje, para que ninguno de ellos escuche a las sirenas. Pero nuestro héroe, en su deseo de oír sus cantos, sin ceder a sus seductoras y mortales llamadas, ordena:

“atadme con dolorosas ligaduras para que permanezca allí junto al mástil y si os suplico que me desatéis, apretadme todavía con más cuerdas

Y aunque el corazón de Ulises deseó atender la llamada de las sirenas y gritó a sus compañeros que le soltaran, éstos le ataron con más cuerdas, y solamente cuando por fin habían dejado atrás la isla de las sirenas, y ya no se oían su voz ni su canto, se quitaron la cera de los oídos y liberaron a Ulises de sus ligaduras.

La Medicina ha incorporado a su lenguaje técnico, el nombre del héroe griego para describir lo que se conoce como Síndrome de Ulises o miedo a la dependencia ..

Porque en nuestro tiempo, muchos hombres sienten como el héroe griego la llamada femenina y para no ceder a ella se atan con fuerza al mástil de su miedo, silenciando emociones y ocultando sentimientos.

Es un personaje al que denominamos, solteros y si es entrado en años y contumaz en la soltería: solterón.

La realidad es que por encima de refranes y chistes más o menos graciosos que alaban su “suerte” e “inteligencia” -“ cuarentón y solterón que suerte tienes ladrón”- nuestro personaje, con el paso de los años, se va quedando solo y aislado de amigos.

Algunos han querido interpretar ese miedo a formar pareja y familia, como resultado de experiencias negativas en sus primeras relaciones sentimentales o íntimas. Fracaso que le conducirían a estados de ansiedad y que se tradujeron en inhibiciones específicas de la respuesta sexual.

Para otros, muchas de estas situaciones suelen tener estructuras más profundas, sobre las que planean, de alguna forma, complejos edípicos no resueltos.

Cualesquiera que sean las causas del problema, el hecho es que este Ulises moderno ante la posibilidad de formar pareja, construye barreras que le defiendan contra la intimidad sexual y le permiten liberarse de la dependencia que ello conlleva.

Y estos mecanismos defensivos, estas barreras que posibilitan su independencia emocional, las elabora creando, en un primer momento, distancia afectiva, más tarde indiferencia y hostilidad y que acaban por conducirle a un voluntario pero estéril aislamiento.

Retomando el tono poético del drama homérico se podría decir que el desoír de las sirenas del héroe griego y la renuncia de nuestro moderno Ulises justifican los versos de Hernández Catá:

Murieron las sirenas,
y quedaron embalsamadas

en la fantasía de algunos poetas.

 

Miguel Arribas

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