El síndrome de Almería

Dedicado al mago Zifnab que se ha evaporado sin que me de tiempo a contarle el influjo de Almería en mi vida.

Pensaba escribir cronológicamente la influencia de Almerí a en mi Destino comenzando por el post historia de una casa (una de amor), pero un suceso ocurrido recientemente le ha dado la vuelta a mi intención como a un calcetín. Empezaré por el final y bucearé en las raíces de mi extraño síndrome de Almería.

El pasado puente de la Constitución me llevó de nuevo a Almería a participar en un torneo de golf. Era un buen paréntesis en mi agitada vida de triple play como estudiante, profesora y trabajadora. Me merecía un descanso pero no un giro total hacia el cero play.

Todo ocurrió el día de La Inmaculada, día 8. En el hoyo 2 me resbalé y al poner la mano para amortiguar el golpe, me lesioné. Mi mano derecha quedó extrañamente unida a mi brazo y acudió solidariamente en su ayuda mi mano izquierda para sustentar esta unión. Me llevaron en buggy a la casa club y desde allí una ambulancia me condujo al ambulatorio del pueblo más cercano, Vera. Con el diagnóstico de fractura de Colles me trasladaron al hospital de La Inmaculada(1), en Huercal-Overa.

Me atendieron bastante rápido y bien. El traumatólogo de guardia me inspiró mucha confianza. Me pusieron anestesia local y me redujeron la fractura como si jugaran al tug of war con mi brazo, a un lado dos ATS, al otro, el traumatólogo. Quedó el juego en empate, el hueso en su sitio y mi brazo envuelto en blanco yeso. Al dar las gracias al médico de guardia por una atención tan eficaz, me refunfuño que habría sido más rápida si funcionase la informática como Dios manda. Me fijé que llevaba una chapita prendida en la bata que decía: "por unas urgencias dignas". Callé mi condición de informática, lamenté que a veces la tecnología sea más una barrera que una ayuda.

Almería me ha dejado esta vez con una sola mano para afrontar mis quehaceres. Con la baja laboral alguna amenaza se cierne en mis futuras actividades y no sé las consecuencias que puede acarrearme. Mis alumnos se quedan huérfanos de tutorías y a mi faceta de estudiante le faltan dedos para finalizar el trabajo de Doctorado.

Tendré que adaptarme, ¡qué remedio! Pero a Dios pongo por testigo que no volveré a Almería para ser dueña de mi Destino.

Continuara la historia hacia atrás...

Lula

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(1) Curiosa coincidencia de nombres.