Entre el señorito Iván y el Marqués de Sotoancho

Le tocó en el reparto de cargos uno de los sotos más floridos de una gran empresa de telecomunicaciones. En lugar de sacar rendimiento a todo lo que allí florecía y producía frutos comenzó por talar indiscriminadamente los árboles más añejos, continuó con una parcelación de la finca para venderla a los mejores postores y va camino de dejarla del tamaño de un huerto de tomates de un jubilado.

Se le puede catalogar entre el Señorito Iván de la novela de los Santos Inocentes y el Marques de Sotoancho. Del Señorito Iván tiene la insensibilidad y crueldad de las oligarquías rurales, que no son conscientes de que la esclavitud hace siglos que fue derogada, y del Marques de Sotoancho lo ridículo de su porte, amanerado, trasnochado y fuera de lugar.

Cada mañana su chofer le llevaba a su Soto tecnológico en un Audi 8 y se producía la escena de "El descendimiento del coche" ante la mirada atónita de los fumadores que satisfacían sus dependencias en la puerta principal del edificio. Su chofer se bajaba del coche, abría el maletero, tomaba el maletín de cuero negro, abría la puerta de atrás, le entregaba el maletín y en ese momento "descendía" del coche y hacía la entrada triunfal al edificio sin que se le escapara un "buenos días".

Para su desgracia no tenía ascensor privado y tenía que compartirlo con los siervos de la gleba a los que dedicaba la más displicente de sus miradas. Solía comentar en petit comité (très, très petit) lo mal vestida e incluso sucia que iba la gente.

La salida también tenía su protocolo que llamaremos "El descendimiento de la oficina". Consistía en que el chofer a partir de cierta hora hacía guardia en la entrada principal del edificio a la espera de que la secretaria del señorito le llamara por teléfono para decirle las palabras mágicas "ya va". En ese momento le esperaba en posición de firme hasta que aparecía en el vestíbulo, abría la puerta de la calle, abría la puerta del coche, tomaba el maletín negro, lo depositaba en el maletero y le llevaba a su casa.

Recientemente, una campaña de reducción de gastos le ha privado del privilegio de tener chofer. Su demostración de poder ante los fumadores se ha esfumado como el humo. En estos tiempos en que muchas familias no llegan a fin de mes o han perdido su empleo es lamentable que para algunos suponga una humillación tremenda tener que conducir un A8 con sus propias manos y abrir por si mismo la puerta del coche.

Viendo estas cosas pienso que las maneras de la oligarquía de España rural han emigrado a otros sectores productivos y que los señoritos ejercen su nauseabundo poder sin que nadie ponga remedio. Al igual que en la película de los Santos Inocentes la gente aplaudía cuando Azarías ponía fin a la tiranía del Señorito Iván, muchos aplaudiremos cuando alguien ponga fin a su vida laboral y le veamos que además de su chofer ha pedido su empleo. Pagaría por ver su "descendimiento a la cola del paro".

Lula

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