El polifacético
Lo conozco desde hace más de dos lustros y parece que el tiempo no pasa por él. Desde el primer momento me sorprendió tantísimo, que aún no se han atenuado los efectos. Es de mediana estatura, muy delgado, con el aire de los años 30 y me resulta muy difícil asignarle una edad aunque tiene dos hijos que rondarán los 40. Incluso con el ardiente viento de levante luce pantalones con la raya perfectamente planchada, camisas de manga larga que lleva remangadas en dos vueltas y como única concesión al calor unas sandalias de cuero natural. Es un hombre al que el sombrero además de su función le proporciona un aire de elegancia.
Mi primer contacto fue por mi vicio de fumar, del que afortunadamente me he liberado, ya que nuestro personaje es el estanquero del pueblo. Cuando uno regenta una expendeduría de tabaco lo normal es que se someta al horario comercial, pero nuestro hombre es polifacético y la venta de tabaco no es su única ocupación. El estanco está ubicado en un bar, pero no en un bar de turistas; en él solo se bebe y a lo sumo se charla, no tiene por tanto nada de comer, ni unas tristes peladillas. La parroquia que lo frecuenta -o como se diría de forma más marketiniana, el segmento de mercado al que va dirigido el negocio de expender tabaco y bebidas- está formada por pescadores. El pescador de bajura, que tiende con nocturnidad y alevosía los trasmallos para capturar lenguados y langostinos, por la mañana muy temprano recoge las redes para recolectar sus capturas. Los pescadores de altura se levantan antes de amanecer y regresan cuando el sol va cuesta abajo. Para ambos colectivos está el bar-estanco abierto, temprano hasta que el sol empieza a picar y al atardecer hasta que se pone el sol, y de hecho se podría decir que está cerrado cuando el sol calienta más. Por este motivo, tuve que darme unos cuantos paseos hasta que logré coincidir con el horario pesquero-solar y por fin pude adquirir el anhelado paquete de tabaco.
Pero el bar-estanco tiene otras facetas como son la estación de radio-aficionado, la mesa de relojero y el taller trastero de reparación de radios y televisiones. A nuestro hombre le gustan las maquinarias de todo tipo, se ocupa de arreglar los relojes y los vetustos aparatos de radio de cuando la guerra y aquellos televisores de cuando salía Amestoy. Últimamente, descubrí al local una faceta más como galería de arte, ya que tenía unos cuadros de barcos pesqueros con una luz de atardecer divina. Le pregunté si se vendían y me dijo que sí, que el pintor era su hijo. El artista, que tiene la casa más bonita del pueblo, pinta unas acuarelas de una pincelada finísima, que parece casi óleo. Una de ellas está en mi casa de Madrid y me permite asomarme al atardecer marinero cada vez que tengo nostalgia del mar.
Pero nuestro hombre aun tiene otra actividad: es el responsable de la estación meteorológica de la zona y todos los días toma nota de los parámetros. Por este motivo, junto al tabaco puedes pedir un botellín, llevarte un pronóstico del tiempo, un cuadro y el reloj con pila nueva. ¿Alguien da más?
Nota aclaratoria: Como bien me hace notar mi correctora de estilo, el personaje no queda encuadrado geográficamente y aunque bien pudiera ser de Macondo, no hay que irse tan lejos para encontrar su estanco-bodega-taller-galería ya que vive en una aldea onubense fronteriza con Portugal
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