El planchazo
Este relato quedará clasificado como Expediente-X, dado lo extraño del suceso. A veces algo tan cotidiano como un electrodoméstico que se estropea y hay que llevar a reparar a un servicio técnico se puede convertir en una pesadilla -o en un business, según se mire-. Primero desgranaré los hechos y sus consecuencias, dejando para el final la posible explicación, que no puedo asegurar que sea la verdadera... Yo tenía una plancha estupenda de la marca Rowenta que un día de marzo se tornó frígida y perdió su principal función, que es quitar las arrugas de la ropa por medio del calor que desprende. Busqué un servicio técnico cerca de casa donde me dijeron que si el coste de la avería era menor de 15 euros me la reparaban directamente y en caso contrario me llamarían por teléfono para ver si me interesaba arreglarla. Como era la víspera de la Semana Santa y me iba de vacaciones a la playa, le dejé el resguardo de la plancha a mi hijo que se quedaba en Madrid para que hiciera la gestión. Gracias a mi instinto femenino, me compré otra plancha de la misma marca pero más moderna. Como se verá más adelante, esta decisión fue muy acertada. Cuando regresé de las vacaciones, la gestión estaba sin realizar. En un ataque de delegación de funciones, le insistí a mi hijo que el asunto de la plancha era suyo y que esperaba resultados(1). Mi retoño, que cuando quiere es simpático y encantador, convenció a su hermana mayor para que, resguardo en mano, fuera a recoger la plancha. En el servicio técnico le dijeron que costaba arreglar la plancha 22 euros y que no la habían arreglado porque no merecía la pena. Se la entregaron y se la llevó a casa. Cuando regresé de la oficina y me contaron lo de la plancha, monté en cólera. ¡Cómo que no merece la pena arreglarla! ¡Mañana mismo la lleváis a arreglar! Pasó algún tiempo hasta que por fin la llevaron de nuevo al servicio técnico. Transcurrido un mes la gestión seguía sin concluir; cada día mis comentarios al respecto era más agrios. Por fin, no sé si por no oírme o en un ataque de responsabilidad, mi hijo se decidió ir a recoger la plancha. Cuando fue a por ella, le entregan una plancha de la marca Ufesa. Ante la duda se la llevó a casa, previo pago de 22 euros, para que yo certificase si era mi plancha, duda que le despejé con un tono de voz algo alterado. Al día siguiente me llamó mi hijo por teléfono a la oficina y me dijo que teníamos dos planchas: mi Rowenta de toda la vida, previo pago de 9 euros, y la Ufesa que trajo el día anterior. Me dio un ataque de caspa y comencé a gritarle de muy malos modos. Le dije que la Ufesa no es nuestra y que había que devolverla, pero a él, siempre optimista, le parecía un business de los más guay porque nos habíamos hecho con una plancha por 22 euros. Ahora tengo tres planchas: La Rowenta nueva, la vieja y la Ufesa. La única explicación que se me ocurre es que confundieron el presupuesto de 9 euros para reparar mi Rowenta por el de la Ufesa de 22 euros. Cuando mi hija fue a recogerla, le dieron la Ufesa y no se dio cuenta, aunque ella jura lo contrario. Hay una prueba pericial que contradice su versión, ya que cuando mi hijo la llevó de nuevo al servicio técnico le hicieron un resguardo a su nombre en el que se indicaba que la marca de la plancha era Ufesa, siendo esta plancha la que recogió reparada. Cuando fue a deshacer el entuerto, encontraron la plancha Rowenta arreglada hace más de un mes con un resguardo a mi nombre y se la entregaron junto con la Ufesa. Alguien estará buscando una pancha de marca Ufesa... Más relatos de Lula, pulsar aquí (1) Obsesión generada por la pervesión laboral de la gestión orientada a resultados
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