El indeciso

Hace algunos años estaba de moda una canción, cuplé o tonadilla,que estoy seguro que los más veteranos de nuestros lectores habrán escuchado, en más de una ocasión, en la voz de alguna de nuestras más famosas folclóricas.

Una popular canción cuyo estribillo, fácil y pegadizo, se escuchaba a cualquier hora en los patios de vecindad, y repetía, machacona e incesantemente, un mensaje que sugería dudas mucho más profundas que el famoso -"ser o no ser"-que atormentaba al joven Hamlet, príncipe de Dinamarca.

El mensaje de la canción, en versión abreviada venía a decir : "Que si a la Parrala le gustaba el vino o si por el contrario lo que le privaba era el aguardiente y el marrasquino..."

Curiosa canción, que tenía la virtud de que por muchas veces que se escuchara, siempre se quedaba uno sin conocer las auténticas preferencias alcohólicas de la Parrala a la que imaginábamos como una hembra de "rompe y rasga", apoyada en el mostrador de algún tugurio del barrio chino de cualquiera de nuestras ciudades.

A mayor abundancia, y por las mismas décadas algún genial humorista, que bien podría ser Jardiel Poncela, Miguel Mihura o Alvaro de la Iglesia, para complicar aún más las cosas, hizo famosa una enigmática frase cuya correcta interpretación aún no ha sido formulada: "Ni que sí, ni que no, sino todo lo contrario".

Pues bien, psicólogos y psiquiatras de todos los tiempos han estudiado un tipo de personalidad que, ante situaciones muy especiales, su respuesta, su toma de decisiones -a semejanza del estribillo de la canción- está condicionada por el hecho de no saber si lo que verdaderamente le gusta "es el aguardiente o el marrasquino", o lo que es lo mismo el hecho de "no poder decir sí, y no poder decir no..."

¿Ejemplos? Los que ustedes quieran. En el mundo de las tan en moda encuestas de opinión, el numeroso grupo de los que "no saben, no contestan"; en el terreno político la figura de los trásfugas, o los índices de los que optan por la abstención en cualquiera de las elecciones: generales, autonómicas, municipales, europeas, etc.

Normalmente las personas, una vez valorados los "pros" y los "contras" de la posible acción, proceden a adoptar una decisión. Entre todas las posibilidades de actuar, se elige: realizar aquello que se quiere hacer y plantearse cómo hacerlo, o por el contrario renunciar a tomar cualquier decisión.

Esta última opción puede paralizar al individuo, ya que mientras la persona decidida adopta con celeridad una decisión el indeciso piensa una y otra vez que decisión tomar y acaba preso de una creciente angustia.

Son personajes que en el aspecto laboral buscarán siempre un trabajo cómodo, que no les plantee muchos problemas y que sea "el jefe quien decida, que para eso gana más". Son, en definitiva, individuos que renuncian a "mojarse" y que prefieren que las decisiones las tomen los demás.

Hay que considerar que, efectivamente la toma de decisiones genera altos niveles de ansiedad ya que lleva implícita la posibilidad de equivocarse, y ante la necesidad de adoptar un decisión este tipo de individuos trata de defenderse utilizando estrategias conductuales o tácticas de enfrentamiento que Sigmund Freud denominó "mecanismos de defensa".

Una de estas formas de mecanismos defensivos, se conoce como "Evitación defensiva por aplazamiento" y es la que eligió un personaje inolvidable, Scarlatta O´Hara protagonista del mítico film: Lo que el viento se llevó .

Miguel Arribas

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