El hombre del Calibra

El hombre del Calibra y yo somos casi gemelos, nos llevamos exactamente seis días y estamos marcados por el signo de la inoportunidad. Él abrió los ojos a este mundo el día de Navidad, arruinando la comida familiar, mientras que la que escribe estas líneas llegó a tiempo de comerse las uvas en la Noche Vieja, impidiendo que su madre pudiera salir de fiesta.

El destino nos llevó a trabajar en el mismo proyecto y aunque la afinidad de caracteres es mucha, nuestra relación ha sido pendulante, oscilando entre el hablarse y no hablarse, estando en este momento en época de parlamento. Aun en momentos de silencio, nos observábamos por el rabillo del ojo para saber cómo le iba al otro, por lo que puedo contar con detalle su relación emocional con el Calibra.

A nuestro hombre no le gustan las medias tintas y se compró en 1991 un Opel Calibra, coche deportivo bastante llamativo que robaba las miradas a su paso en aquellos años. Con este coche no se atrevió a gastarme su broma favorita que consistía en simular que te atropellaba, dejándote el parachoques a un centímetro de las corvas. Esta broma me la gastó con su coche anterior, y más que reírle la gracia me salió la vena violenta y le propiné una patada al faro izquierdo que le rompió el cristal. Nunca arregló la prueba de mi mal carácter para que pudiera verla cada día.

Para que no durmiera en la calle el Calibra, le buscó un garaje cerca de su casa, pero debido a la intensa demanda y a la escasez de plazas, tuvo que conformarse con una plaza dinámica, por lo que tenía que dejar las llaves al vigilante. No había cumplido un mes el coche, cuando un caco muy desaprensivo entró en el garaje, vio el deportivo con las llaves puestas y no dudó en ponerlo en marcha y salir tan campante del garaje. La consternación de nuestro hombre fue inmensa al no encontrar su blanco objeto de deseo con ruedas. Puso las denuncias pertinentes y al cabo de unos días encontraron su coche en un pueblo de la Sierra de Madrid. Existen empresas de seguridad que tienen las matriculas de los coches desaparecidos y que en colaboración con taxistas y otro tipo de conductores van observando los presuntos coches robados. En el caso del Calibra cantaba mucho por su novedad y exclusividad, siendo fácil su identificación, pero lo más curioso del caso es que al abrir el coche encontraron una bolsa de deportes que contenía la cartera del caco con toda su documentación, por lo que el caso quedó cerrado con final feliz para nuestro hombre.

Una vez recuperado del susto, le quedó como secuela cierta aversión a los garajes y aunque en el trabajo tenía aparcamiento fijo, lo dejaba estacionado en la calle, bajo la excusa del tamaño cicatero de la plaza, totalmente inapropiado para tan gran coche. Nunca olvidaré la primera vez que me llevó en él. Por aquel entonces yo fumaba compulsivamente y al intentar encender el primer cigarrillo, me abrió las dos ventanillas sin tener en cuenta que la temperatura estaba por debajo de cero -antes muertos de frío a que el coche huela a tabaco -.

Otra de las veces, la que más me he reído, fue cuando después de una cena nos llevó al Casino de Torrelodones. Enfiló la carretera de la Coruña a 180 Km/h, pero con tanta velocidad se pasó la desviación del Casino que estaba al otro lado de la autopista. Tuvimos que ir hasta el pueblo para dar la vuelta y tomar la dirección de Madrid, pero de nuevo nos pasamos la salida, por lo que tuvimos que ir hasta el siguiente cambio de sentido y ya de nuevo en dirección A Coruña - en aquel tiempo era La Coruña- por fin salimos por la desviación adecuada. Muertos de risa y mareados de tanta vuelta llegamos a nuestro destino, pero después de superar tantos obstáculos y llevar un coche tan bueno, no nos dejaron pasar porque nuestro hombre ¡llevaba vaqueros! - y además zapatillas blancas-.

Hoy día, aunque hay otros modelos más vistosos sigue siendo fiel al deportivo 12 years old, pese a su tendencia de tener lo último del mercado. Si veis un Calibra blanco matrícula de Madrid con las letras MP, es posible que el que lo conduzca sea nuestro hombre. No le importunéis, pues aunque nació en Navidad no es precisamente un niño Jesús.

Lula

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