El golfista
El golf es como la vida. Luchas y te esfuerzas todo el camino, para terminar dentro del "hoyo" .
Si en el Reino Unido preguntamos a un ciudadano de "a pie" quien inventó el golf, lo más seguro es que sorprendido, por nuestra ignorancia, nos conteste, con orgullo, que fueron los ingleses, más concretamente los escoceses.
Si se trata de un individuo locuaz—cosa harto difícil en un inglés—nos contará, como allá por el siglo XV la nobleza y la alta burguesía viendo como los pastores escoceses se divertían dando golpes con sus bastones a unos cantos rodados comenzaron a jugar un golf primitivo.
El entusiasmo de nobles y burgueses por el nuevo entretenimiento llegó a tal extremo que los monarcas ingleses, a finales del siglo XV, tuvieron que intervenir para evitar que los caballeros abandonaran la práctica del deporte oficial: el tiro con arco.
Pero ello no debilitaría su entusiasmo por el nuevo juego. Comenzarían por cambiar el sencillo bastón de los pastores por unas maderas y unos hierros más adecuados, al canto rodado pronto le sucedería la bola de madera, luego la de cuero, años más tarde la de gutta percha, hasta llegar a la actual de núcleo de goma. Y la bella agreste campiña inglesa sería sustituida por unos extensos campos de cuidada y fina hierba, diseñados por expertos, y divididos en dieciocho" hoyos"
Pese a todo ese bagaje histórico si la pregunta sobre el origen de este juego se la hacemos a un ciudadano que practica golf nos contestará, sin dudar un solo momento: el mismo diablo .
Por que sólo al diablo se le ocurriría sugerir a los mortales la práctica de un juego que requiere un largo y costoso aprendizaje, familiarizarse con unas normas de juego y un vocabulario plagado de términos de difícil pronunciación, la adquisición de un no menos costoso equipo y el esfuerzo económico de pagar la cuota de entrada en un Club de Golf.
Tras de estos esfuerzos el entusiasta golfista se enfrentará en la practica de su juego a un recorrido llenos de dificultades: zonas de arena que arruinan el juego, árboles que desvían la trayectoria de su lanzamiento, lagos naturales o artificiales que hay que salvar con un afortunado golpe y donde se "ahogan" las costosas bolas, etc.,etc.
Contra lo que pudiera pensarse los obstáculos y los errores que comete en el recorrido normalmente no le desaniman, sino que por el contrario motivan a estos curiosos y masoquistas representantes de la fauna humana a volver una y otra vez al campo de prácticas para tratar de corregirlas. El día que lo consigue corre entusiasmado al hoyo diecinueve (el bar del club) para contar su éxito a todo el quiera escucharle.
Por algunas veces los fracasos se repiten con frecuencia, y el golfista comienza a deprimirse, a perder la confianza en sí mismo, a generar situaciones de angustia, estrés, insomnio...
Unas situaciones que como es lógico han llamado la atención de la psiquiatría y de la medicina deportiva. Son varios los autores que se han ocupado de los problemas que acechan al jugador de golf. Destaca, de entre ellos, el ya clásico libro del psiquiatra y buen golfista francés Dr. Willy Pasini, y de una figura de este deporte, Jean Garaïalde, estudia los trastornos psicosomáticos que la practica del golf puede desencadenar ( Psycho-golf, París,1988)
A este hay que sumar los estudios psicológicos realizados por el Dr. Luis María Guglielmetti, especialista en medicina psicosomática y los del psicólogo deportivo Gustavo Daniel Maure.
Entre los muchos y buenos consejos que unos y otros autores dan a estos personajes de nuestra fauna humana destacan:
Firmeza, determinación, concentración, no compararse con los rivales, confianza en sí mismo y ser tolerante con sus errores.
A estos consejos podía sumarse no obsesionarse con la práctica del golf que se traduzca en un deterioro de nuestra vida laboral y familiar. Es la moraleja de este conocido chiste:
<<Dos amigos estaban jugando una partida y al llegar al tee del hoyo 16 ven pasar por la carretera que bordea el campo de golf, un cortejo fúnebre. Uno de los jugadores deja de jugar, agacha la cabeza y se persigna.
Su compañero le dice: ¡!que detalle¡¡.
El otro le responde: ¡ es lo menos que puedo hacer. Llevábamos cuarenta años casados¡¡>>
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