El Bengo

Así empezaba su apellido y terminaba de tal manera que no había duda de que su origen era vasco. Alto, espigado, de pelo oscuro con incipientes entradas, ojos castaños brillantes y una permanente sonrisa en los labios que nos contagiaba a todos.

Cuando me lo presentaron tuve la sensación de que algo de él no encajaba en el ambiente general asilvestrado. Su educación, sus modales, su desenvoltura social marcaban una diferencia que quedaba despejada a la vista de los complementos que llevaba. No todos miraban la hora en un Rolex auténtico ni sus zapatos brillaban como los Sebago del Bengo.

No sé los caminos que le llevaron a aquel lugar, pero estaba encantado de trabajar por primera vez en algo que le gustaba, el hardware. Se mezclaba muy bien con la gente y sacaba partido de su extraordinaria simpatía. A pocas personas he visto contar los chistes con tanta gracia como lo hacía él.

Como buen vasco organizó la cuadrilla para el poteo post jornada laboral pero adaptada a la zona centro; solo íbamos a un bar y se admitían mujeres. Solíamos ir el jefe de HW, Paco Lenin, el Bengo y yo. Pocas veces en mi vida me he reído tanto como en aquellas rondas de tubos.

No fui consciente de que influiría en él cuando le comenté que lo suyo era la carrera comercial y no el laboratorio de bata blanca. Años más tarde me lo encontré en Saturno S.A. de visita comercial y me comentó que lo que le dije le hizo plantearse su carrera.

No sé nada de él desde hace años, pero seguro que le ha ido muy bien.

Lula

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