El "animal político"
Al contrario de lo que ocurría en la Grecia clásica, a los políticos de nuestros días no se les elige desde su niñez, ni se les forma en instituciones especiales, ni tienen como libros de texto las obras del tamdem filosófico formado por Platón y Aristóteles.
Nuestros políticos, en la mayoría de los casos, surgen por generación espontánea. Un buen día, casi siempre en víspera de acceder a la Universidad, y sin que se haya evidenciado trastorno psíquico alguno, el joven se planta delante de sus padres y solemnemente les anuncia: Mamá, papá, quiero ser político.
Recuperados de la sorpresa, los padres aconsejan a su querido retoño que, si esa es su auténtica vocación, sería aconsejable matricularse en Políticas, Derecho o Económicas. Hay que hacer la salvedad que también se puede llegar a altos puestos de la política nacional desde el honrado oficio de electricista o fontanero (pero son la excepción).
Con el independencia del camino elegido es obligado estudiarse o al menos leerse muy detenidamente la Constitución Española y si se aspira a líder, debe estudiar, de esta relación las obras, las que más se acerquen a su particular ideología:
El Príncipe de Maquiavelo; Los Tratados de Locke; El espíritu de las leyes de Montesquieu; las Reelecciones de Francisco de Vitoria; la Filosofía del Derecho de Hegel; el Catecismo de Bakunin y el Manifiesto de Marx.
Para los "periféricos" es imprescindible conocer la obra de Sabino Arana, los textos de Castelao y los de Ausiás March.
El paso siguiente es identificarse -aunque siempre hay tiempo de rectificar -con alguna de estas opiniones políticas:
Yo no sé si soy un estadista. Lo que es cierto es que, de la política lo que más me interesa es mandar. Manuel Azaña
El político es aquel hombre que está dispuesto a sacrificarse por la patria...siempre que ello redunde en beneficio propio. Gil de Escalante
Del grado de éxito que acompañe a su actividad política dependerá su llegada al Parlamento y su ubicación dentro de él: sentarse en el banco azul, en las primeras filas o en los escaños que acogen al numeroso "coro".
Mientras los primeros tienen un papel protagonista en la actividad parlamentaria y aparecen a diario en los medios de comunicación, el masivo "coro" vive, a lo largo de la legislatura, en el más absoluto anonimato, y su cometido se limita, en la práctica, a asentir de forma " unánime y entusiasta" a lo que diga su grupo y discrepar "ostentóreamente" de cualquier intervención del grupo rival.
Una de las más peligrosas tentaciones que amenazan a nuestros políticos -aparte de la corrupción- es la ambición de poder. "En política quien dice vocación dice ambición", declaraba hace muchísimos años el Conde de Romanones.
Otro problema que planea sobre la trayectoria política de cualquier líder es el incumplimiento de las promesas electorales. Alguien ha dicho, tan sincera como cínicamente, que "las promesas electorales están hechas para no cumplirse". Por ello nuestros políticos deberían tomar del ejemplo de Richard Nixon, cuando en julio de 1969, en el mensaje a los astronautas que habían llegado a la Luna afirmaba con evidente orgullo:
Durante años los políticos han prometido la "luna" y yo soy el primero capaz de entregarla.
En un terreno más frívolo, este singular representante de nuestra fauna humana precisará, para el buen desarrollo de su labor, ponerse en manos de un "estilista" que estudie mejorar su "imagen": su corte de pelo, su forma de vestir, etc.,etc.
Se verá también obligado a gozar de una buena dicción, saber sonreír en el momento oportuno, inclinarse con naturalidad a besar a los niños y, sobre todo, dominar el arte de provocar, mediante la oportuna pausa, el encendido aplauso.
Tras estas reflexiones uno llega a la conclusión que dedicarse a la política no es tarea fácil ni cómoda. Por ello no extraña que el general Franco recomendase a cierto personaje:
Usted haga como yo, no se meta en política
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