Creciendo

Un edificio tan grande había que llenarlo de contenido. Lo que hasta el momento había sido una empresa de ingeniería electrónica aplicada al sector industrial se abría a nuevos retos. El director financiero (antes contable) amplificó un orden de magnitud su influencia sobre los dueños que escuchaban embelesados sus propuestas de ingeniería financiera. Ante el panorama económico pleno de abundancia que dibujaba el financiero surgieron ideas de todo tipo para ampliar y diversificar la visión tecnológica de la empresa. Esto dio a lugar a una nueva estrategia de crecimiento que trajo sus frutos.

Los primeros frutos fueron las nuevas contrataciones. Cada poco aparecerán dos nuevos ingenieros que no se sabía muy bien lo que hacían y que tampoco estaban muy dispuestos a contárselo a nadie. Se crearon dos castas de ingenieros, los más antiguos que trabajábamos en SW embebido(1) y los más nuevos que trabajaban en las interfaces gráficas.

La casta de los embebidos vivíamos en los laboratorios, rodeados de maquetas. Nuestros terminales eran monocromos y solo utilizábamos la línea de comandos. Hacíamos trabajos muy delicados, especializados y optimizados. Los productos tenían que funcionar en tiempo real y ser tolerantes a fallos. El fruto de todas las horas de esfuerzo quedaba grabado en una EPROM que a su vez se insertaba en un equipo HW. La visibilidad exterior del trabajo quedaba reducida a unos centímetros cuadrados y a la oscilación de los leds que daban testimonio de su funcionamiento.

La casta de las interfaces gráficas, en adelante los colorines, trabajan desde su mesa de trabajo, con grandes terminales a color. Hacían cosas muy vistosas con la mitad del esfuerzo del que tenían que emplear los embebidos. No tenían maquetas ni cacharrería y por tanto no tenían que arrastrase por el suelo para conectarlas.

La falta de comunicación y de respeto entre estas castas dio lugar a que reinase un desprecio mutuo. Los colorines consideraban a los embebidos como a unos pringaos y para dar fe de ello solo se relacionaban con los dueños. Los embebidos tenían una alta autoestima técnica y despreciaban los oropeles gráficos de los colorines, a los que tachaban de frívolos y cantamañanas.

En esta lucha de castas los dueños de la empresa se decantaron por los colorines triunfando desde ese momento la forma sobre el fondo. Los embebidos se enrocaron en sus laboratorios estrechando aún más sus relaciones con el hardware y producción.

Entre los colorines había un ejemplar inclasificable entre un nerd y Norman Bates. Pero para saber cómo era tendréis que esperar a la próxima entrega.

Lula

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(1) Embebido es una mala tradución de embedded systems.