El consumista navideño

 

Vivimos, valga la obviedad, en una sociedad claramente basada en el consumo. Un consumo que tradicionalmente distinguía entre necesidades básicas -alimentos, vestido y vivienda- y necesidades secundarias, casi siempre inalcanzables para la mayoría.

Superada, afortunadamente, hoy día, la lucha por satisfacer las necesidades básicas, -que sólo recordamos viendo llegar los cayucos a nuestras costas, con su carga de miseria-, nuestro consumo se dirige, prácticamente, a necesidades secundarias.

Por ello cuando hoy hablamos de consumismo nos estamos refiriendo a necesidades más que secundarias, auténticamente superfluas: segundas viviendas, lujosos automóviles, prendas de "marca", costosísimos y sofisticados aparatos informáticos, audio, televisión, etc., etc.

Unas necesidades que obedecen más a impulsos emocionales que racionales. Y así las emociones y los sentimientos que afloran especialmente de estos días son "oportunamente" estimulados por la enorme carga de publicidad que se nos lanza desde los distintos medios y que van orientadas a convertir lo superfluo en necesario.

La inminencia de las fiestas navideñas dispara este consumo a que nos venimos refiriendo, convirtiéndolo en el compra por exceso, o lo que es igual, en la compra compulsiva. Durante las pasadas Navidades los medios informaban que sólo en una semana la sociedad norteamericana adquirió productos navideños y regalos por un importe de 28 000 millones de dólares y en España, el diario ABC calculaba en veintitrés millones las personas que habían visitado en una semana uno de los grandes centros comerciales.

El consumista tiene un curioso repertorio de lemas, con los que intenta justificar su compra compulsiva, entre los que destacan: "un día es un día"; "mañana Dios dirá", "estamos en Navidades" o "cuanto más consumo más feliz soy".

Impulsados por este bendito optimismo la gran mayoría de los representantes de la fauna humana de nuestros días se lanzan estos días, tarjeta de crédito en mano, a gastarse no la paga extraordinaria de Navidad -que ya la han gastado anticipadamente en matriculas y libros de la prole-, sino a construir una cuesta que antes se llamaba "de Enero" pero que en nuestros días puede prolongarse hasta muy avanzada la primavera.

La minoría partidaria de un consumo responsable, sostiene que los consumistas son personas inmaduras fácilmente manejables por la publicidad y que, en definitiva, el consumismo no es equivalente a felicidad.

A este grupo van dirigidas las palabras de José Luis López Aranguren:

Buscamos la felicidad en los bienes externos, en las riquezas(...)el consumo es la forma actual del summun bonum. Pero el consumidor nunca está satisfecho, es insaciable y por tanto no es feliz

La Psiquiatría va más allá e incluye a lo partidarios de esta compra compulsiva en el grupo de Trastornos del control de los impulsos no especificados.

Pero no todo van a ser críticas a los numerosos representantes de la fauna humana que se lanzan, estos días, al asalto de los grandes almacenes. Con esta definición, cargada de buen humor, trata el periodista Luis Ignacio Parada de salir en defensa del consumismo y de los "maltratados" consumistas:

La palabra consumismo es un invento de cuatro envidiosos que no tienen ni el dinero, ni gusto, ni alegría para vivir la vida y dedican su tiempo a amargárnosla a los demás

Si usted, querido lector me lo permite y dentro del ambiente festivo de la Navidad le traslado este chiste que encontré hace pocos días, en una página de humor: Hablaba el presidente del país a su empobrecido pueblo:

-¡Querido pueblo! ¡Este año podemos decir que con nuestro gobierno entramos en una etapa de fuerte consumismo!
El pueblo indignado comenzó a gritar:
-¡Mentiroso!¡ ¡No hay comida, ni dinero, ni nada! ¿De qué consumismo hablas?
-Perdón, no me entendieron, lo que quiero decir es que van a estar con su mismo automóvil, con su mismo trabajo, con su mismo salario...

Entre compra y compra, mientras bajamos por la escalera mecánica de alguno de los grandes almacenes, sería bueno reflexionar sobre el genuino significado de estas fiestas navideñas: el nacimiento de Jesús para los católicos, su mensaje de Paz para todos.

Feliz Navidad

Hay que recuperar la creatividad a la hora de celebrar la Navidad, una creatividad que nos ayude a no pasar las fiestas navideñas persiguiendo los inalcanzables sueños que proponen los anuncios

Ecologistas en Acción

Miguel Arribas

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