Confusión de sexos
Todos
sabemos por La Biblia que la confusión
de lenguas fue en Babel,
pero la que aquí escribe descubrió lo que es
la confusión de sexos por experiencia real en Simancas.
Esta villa, situada a diez kilómetros de Valladolid,
se encuentra en el lugar donde se encuentran los ríos
Duero y Pisuerga, este último
atravesado por un magnífico puente romano(1) y en cuyas
orillas se alza un majestuoso castillo(2) del siglo XV, sede
del Archivo General del Reino desde Carlos
I. Allí se guardan todo tipo de legajos atados
con balduque
y es un lugar de culto donde los investigadores, entre ellos
mi amiga Mayte,
escudriñan su contenido para sacar a la luz trozos
de historia. Gracias a Mayte conozco una peculiar leyenda
que explica el origen del nombre de la localidad y que se
escenifica todos los años el seis de agosto a las puertas
del castillo. En ella se relata como a Simancas le correspondía
la cuota de siete de las cien doncellas del vergonzoso tributo
de los cristianos a Abderraman II. Las mujeres
de esta villa, con más valor que sus hombres, se cortaron
una mano para así provocar el rechazo del rey moro.
Parece ser que el rey musulmán al verlas exclamó:
"Si mancas me las dais, mancas no las quiero".
Pero no fue en el Castillo de Simancas donde descubrí la confusión de sexos, desgraciadamente no está abierto al público profano, solo se permite la entrada a los privilegiados que tienen un carnet de investigador. Nos tuvimos que conformar con visitar los bares y sitios de copas donde la entrada es libre y la salida también, siempre y cuando hayas abonado la consumición. El lugar donde tuvo lugar la revelación fue en el Café del Artés, una solariega casona convertida en un café/lugar de copas. La decoración era muy original, una mezcla de museo de escultura y de pintura al servicio de las copas. Todos los elementos decorativos y funcionales le hacían un guiño al arte. Por ejemplo, los veladores tenían forma de paleta de pintor y se sustentaban por pinceles o por lapiceros que asomaban por el hueco de la paleta. La barra del local tenía un diseño muy elaborado compuesto de madera que se fundía con el hierro en un abrazo. Alguna de las paredes estaba decorada en forma de mural y por todos los lados había esculturas de hierro forjado.
Estábamos acodados en la barra, mirando en derredor, cuando descubrimos que en el mural que teníamos enfrente estaban camufladas las puertas que daban acceso a los servicios. Observamos reacciones extrañas de la gente que abría la puerta y la cerraba de golpe con una exclamación ente el ¡ay! y el ¡anda!.
Afinamos más la vista y observamos la señalización del género del servicio que estaba en el tirador de las puertas. Una puerta tenía unas "braguitas" y otra un "slip". Al momento iniciamos una discusión sobre cual era el aseo de caballeros y el de señoras. Mi lógica informática, dedujo aquello de "cada oveja con su pareja" y determiné que las "braguitas" eran la señalización que indicaba sexo femenino y el "slip" del masculino. Cual no fue mi sorpresa cuando mi marido, de lógica de ingeniero de Caminos , dedujo lo contrario, basándose en el razonamiento que un hombre prefiere tocar unas "braguitas" y a las mujeres les ocurre lo mismo con el "slip".
Pasamos a la prueba empírica contrastando el resultado de los que se equivocaban y vimos que el que colocó los tiradores o los puso al tun-tun o bajo las instrucciones del arquitecto, hombre del gremio del ladrillo como mi marido.
Aún me cuesta reconocer que me fallara la lógica y sigo pensando que estos del ladrillo no sé si tienen la lógica inversa o perversa.
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(1) Precioso puente que tenemos fotografiado
por todos los costados (pasión por los puentes romanos
que tiene mi marido). En este entorno parece que el tiempo
se ha detenido y que de un momento a otro lo va atravesar
a caballo Carlos I galopando tras una pieza de caza.
(2) El castillo actual fue construido en el siglo XV por el
Almirante de Castilla Don Fadrique Enríquez,
en un lugar estratégico a orillas del río Pisuerga,
donde se situó desde los tiempos de la invasión
musulmana un antiguo castillo que fue sucesivamente de árabes
y cristianos. Más tarde fue cedido a la corona. Carlos
I, Felipe II y sucesivos monarcas decidieron
ubicar en el castillo el Archivo General del Reino,
uso que todavía tiene actualmente. Con tal motivo se
hicieron importantes reformas durante los siglos XVI y XVII
bajo la dirección de los arquitectos Juan de
Herrera y Francisco de Mora. También
fue usado como prisión del Estado. (fuente http://www.castillosnet.org/valladolid/VA-CAS-001.shtml)