Champis plancha

El centro de Madrid está lleno de sorpresas, es como un enorme huevo Kinder. Cerca del aparcamiento de Tudescos, vecino del parking rojo pasión, se encuentra un curioso bar. Nunca hubiera entrado en él si no fuera porque mi colega lo conocía de tiempo atrás, cuando trabajaba en el servicio Ibercom.

Una puerta ojival de madera daba paso a un bar oscuro. Su decorado recordaba a los mesones de los años 70 de los que quedan algunos restos por la zona de la Plaza Mayor. Las paredes estaban pintadas de blanco sobre un grueso gotelé empedrado y sostenían rústicos aperos de varias clases. Las zonas de paso se limitaban con cortinas verdes con dibujos, como las que acostumbran a poner en la alpujarra granadina. La barra, de madera, estaba repleta de tapas setenteras. Era como un retorno al pasado.

Era las dos de la tarde y mientras me tomaba una caña mis ojos se deslizaron hacia la oferta de picoteo y se detuvieron al punto de leer: “champiñones plancha”. El ambiente retro me trajo a la memoria el aroma único de los champiñones del bar Sol y Sombra(1) que deleitaron mi paladar infantil. Los pedí aunque sólo fuera por el placer de volver a oír ¡marchando una de champis!

El camarero puso los champiñones en la plancha dejándome de una pieza cuando de forma recursiva le ponía encima otra plancha de hierro, pero esta vez de las de planchar. Los champiñones se cocinaron doblemente planchados, por calor y por aplastamiento.

No pude por menos que extraer el móvil y plasmar ese instante único, mientras mi colega intentaba hacer la foto por el exterior. Al final la imagen buena fue la que hice desde el interior que recogía también el instante en que los champis eran fotografiados desde la calle.

Los champiñones recursivos estaban estupendos, sin ninguna arruga. Telémaco ¡tienes que probarlos!

Lula

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(1) Este bar estaba situado en la actual La Fontana de oro.