Alegorías (3) : El medioevo

Aquella época oscurantista,
contrastando con sus deslumbrantes palacios,
llenó al mundo costumbrista,
de necios, de extravagantes, de elitistas
que vivían reunidos en grandes espacios.

Sus peinados
estirados,
envueltos en pedrerías,
izaban sus osadías
hasta lo más alto;
tan enfilados
que llenaban hasta con nidos sus floridos tejados.

Los hombres con peluquines,
disfrazados de arlequines,
como marionetas ideadas
por mentes equivocadas,
adelantados al momento
con homosexuales de cuento,
eran una bufonada
de gran casa acaudalada.

Estaban ebrios de poder
nadando en indecible orgullo,
comprando vidas por doquier
para amasar gran haber
y así sentir todo suyo.

Aquella Edad que llaman Media
nos dejó en medio del barullo;
antes de ésta el hombre venía
casi de simio,
de la lejanía,
despertando sabio de su arrullo,
para despegar
rumbo a su imaginación,
y a ratos dejar
en el camino su corazón.

 

Pero, en la Edad del eterno poderío
resaltaban colores,
derrochaban brío,
los cuatro que sentados en sus tronos,
malgastaban calores,
aplastando en frío,
a todos sus siervos,
que, con sudores,
morían enfermos
en cualquier caserío.

Su poder fue asombroso,
tanto gustó
y su política cautivó,
que aún hoy vigente sigue,
y lo que es espantoso
el cambio es muy costoso
porque nadie lo consigue.

Fueron buenas semillas
pues crecieron bravas;
la tierra era fértil,
todo fue muy fácil;
la gente sufría,
no tenía ganas
ni de revolver rencillas
ni de luchas vanas
donde todos pierden
y donde no se divierten,
pero aprendimos
que sin Amor no vivimos.

 

 

Karuna

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