Abajo pueden ver los pescados
La escasez de emolumentos que suministra la Administración a sus paniaguados, han obligado al profe y a su cónyuge a descartar los fantasiosos planes de visitar Islandia y decidir entre dos modelos de vacaciones más ajustados a su lamentable estado contable:
A. Los placeres de la gran urbe
en verano, siempre agradable en ausencia de sus habitantes nativos,
supuesto que se evite a los guiris(1) de piel color gamba
comprando sombreros mejicanos en las barcelonesas ramblas.
B. Visita al pueblo de Santa Pola,
sito en los confines de la resucitada Corona de Aragón
(Alacant) donde los suegros del profe disponen de un apartamento
en frente de las calas Santiago Bernabéu
(no es broma, denomínanse de esta guisa, al ser este personaje
gran benefactor del pueblo).
Ante esta disyuntiva, una vez realizada la búsqueda en Google con las palabras clave “Santa Pola Gastronomía”, se optó de forma consensuada por la opción B.
Santa Pola, tal como se ha indicado, es villa de la provincia de Alicante, rozando ya tierras murcianas con las siguientes características:
- La orografía y vegetación se corresponden con la denominación “secarral”.
- La economía, antaño basada en la pesca (el que tuvo, retuvo, sigue siendo el primer puerto pesquero del mediterráneo "espanish"), ahora se basa en el turismo en su modalidad pre-geriátrica, evitándose de esta forma los desagradables hooligans ingleses, broncas discotequeras y motos de tubarros infernales.
- Climatología inclemente para suecos y demás clase de nórdicos.
- Prometedora gastronomía, basada en los arroces y pescados. Santa Pola es la cuna del arroz a banda, lo cual dice mucho a su favor.
Una vez pagado el peaje a los bandoleros apostados en la A-7, el Profe tomó posesión del cargo en el apartamento, bajando al supermercado a comprar avituallamiento que le permitiera equilibrar su economía en los días de estancia, alternando los opíparos festines en restaurantes de la zona con humildes (o no tan humildes) cenas en el hogar. Ante la petición de un melón pequeño para postre de la semana, el tendero replicó “¿Pequeño o bueno?” y el profe arrambló con un pedazo melón digno de Samantha Fox que posteriormente hizo la delicia de la urbanita pareja visitante. Mientras partía el melón, una avioneta surcó el Santapolense cielo publicitando el año Santo Diocesano del pueblo de al lado, prometiendo emocionantes aventuras veraniegas.
Con la información previamente obtenida en la güeb, se trazó el plan de acción:
- Catas gastronómicas diversas, con especial énfasis en arroces, pescados y heladería alicantina.
- Baños.
- Siestas programadas y sobrevenidas.
- Visita a las islas de Tabarca y Perdiguera.
- Alguna visita pseudocultural por el pueblo para matar el gusanillo entre comida y cena.
- Cine a la fresca (posteriormente descartado al comprobar que se podía elegir entre “Terminator 3” o “Spy-Kids 2”).
Respecto a la gastronomía, se recomienda al lector la visita al lugar. Arroz a banda exquisito (los no interesados en el pescado pueden acudir al arroz con costra, con huevo, butifarras y morcillas y puesto todo al horno), cigalas y gambas rojas de excelente calidad (detrás de las de Huelva, pero a la altura de las de Palamós) y salazones excelentes (después de pasarse años ponderando las mojamas gaditanas, el profe ha de admitir que son mejores las de Santa Pola, pruébese la mojama de emperador o de pez espada).
Los interesados en las frituras de pescado pueden acudir a la freiduría “Miano”, de profundas resonancias coprofónicas y dónde por 2 míseros euros cada 100 gramos se pueden adquirir unas quisquillas fritas excelentes a consumir en casa con un buen vinito blanco(2).
Uno de los días fue dedicado íntegramente a visita a la isla de Tabarca. Esta isla, ilustre desconocida, está situada enfrente de Santa Pola, y está habitada, ya que existe un pueblo (Tabarca), y enlazada por un servicio de ferrys que la une con Santa Pola. Tabarca es pueblo mediterráneo de los de antes, esto es, sin construcciones elevadas (son casas de pueblo) y sin asfalto ni coches(3), ya que la distancia más larga a cubrir viene a ser de dos kilómetros a lo largo por unos 500 metros a lo ancho, incluyendo la parte que es campo.
El pueblo de Tabarca fue creado para evitar las incursiones de piratas en mil setecientos y pico, para lo cual se importaron unos genoveses, habitantes originales de una isla en la región tunecina de Tabarka apresados por el moro en Argel, pagándose el correspondiente rescate y trasplantándose a la isla alicantina por orden real. En la visita que realizamos al cementerio (cada uno tiene sus gustos), pudimos observar la profusión de nombres italianos en las lápidas, disponiendo en la actualidad los habitantes de la isla de flamantes apellidos de esta nacionalidad.
El servicio marítimo que utilizamos, denominado “las tabarqueras” por los lugareños, está adaptado al negocio de hoy día: el turismo. Son catamaranes con fondo de cristal que permite que los visitantes se extasíen con los fondos marinos. Eso sí, los naturales de la zona no se encuentran aún adaptados a la jerga del comandante Cousteau y el "capitano" del barco (de nombre español, pero apellidos italianos) indica a los turistas que pueden observar por el fondo de cristal los ejemplares de la reserva natural marina de Tabarca anunciando por los altavoces “Abajo pueden ver los pescados”. Ya en la isla, una vez ubicados en la playa paradisíaca y con un arroz en la barriga, el profe y cónyuge se enfrascaron en conversación sobre los pastones que se pagan por ir a las islas griegas para “disfrutar del rollito mediterráneo auténtico” y lo barato y accesibles que son las “tabarqueras”.
La educación politécnica del Profe y su cónyuge, hacen de éstos unas víctimas de la programación del tiempo y la documentación sobre las actividades a realizar, por lo cual, decidieron realizar una disciplinada visita a la oficina de Turismo del pueblo. Se recomienda encarecidamente la asistencia a estos servicios en zonas con ausencia de guiris, ya que los nacionales pasan ampliamente de informarse y por tanto, la oficina de turismo suele estar vacía con un ermitaño funcionario deseoso de ganarse el sueldo del mes explayándose sobre las posibilidades del pueblo con todo lujo de detalles. Lamentablemente, el funcionario no pudo informarnos sobre la isla Perdiguera, sita cincuenta kilómetros más abajo, pero ya en Murcia, Comunidad Autónoma distinta y, por tanto, el funcionario no estaba pagado por la Generalitat valenciana para informar sobre la competencia.
Decidimos hacer caso de su recomendación de
visitar el pequeño acuario de Santa Pola (“el acuario
más antiguo del Mediterráneo”, pronúnciese
bajito y con admiración para simular la ensalzadora actitud
del funcionario local). La visita nos deparó poder observar
en vivo meros, langostas, palometas, doradas, lubinas y pulpos,
esto es, el acuario está especializado en peces comestibles,
con lo cual entendimos la observación del capitano de la
tabarquera sobre las especies del hábitat marino de Tabarca.
Con gran acierto, en vez de disponer de tienda de sourvenirs con
pececillos de plástico, el acuario está situado al
lado de la Lonja del Pescado, con lo cual al salir puede el visitante
agenciarse unos cuantos especímenes autóctonos entre
los que más llamativos le hayan resultado en la visita, para
completar la culturización durante la cena.
En resumen, Santa Pola, si bien situada en la sobreexplotada costa
levantina, vivero de turismo de masas, resulta de agradable visita
para los amantes del pescado, los arroces, las salazones, terracitas,
paz e islas mediterráneas pre-turismo industrial.
Y no hay motos acuáticas.
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(1) Nota para latinoamericanos: se denomina así
en España a los turistas extranjeros con dineros y de origen
no latino, o dicho de otra manera: visitantes estafables en taxis,
restaurantes, etc. Pertenecen a esta categoría toda clase
de europeos no latinos, Commonwealth y Japón y aledaños.
(2) No se recomienda el vino blanco local, al ser excesivamente
afrutado, como compañía del pescado y marisco para
el gusto del cronista.
(3)Si exceptuamos el ridículo cochecillo-moto de que dispone
el único guardia municipal de Santa Pola destinado allí
y que conduce con su gallarda uniformidad de verano que incluye
pantaloncillos