A la vejez, viruelas

Las personas que se tienen por prudentes(1) y que les gusta juzgar a los demás siempre tienen en la boca la frase lapidaria "a la vejez, viruelas" para aplicarla a las personas de cierta edad que hacen algo más propio de la juventud que de la madurez. Para ellos cada cosa tiene su momento y cuando este pasa solo queda la resignación, virtud para ellos donde las haya. Sin embargo, las personas con un poco de rebeldía no tienen asumida la resignación como virtud, más bien la tienen por defecto(2), por lo que en general no consideran la edad como barrera para hacer lo que les viene en gana y son señaladas por el dedo de los prudentes.

Mas bien soy del segundo grupo, con el agravante de ser poco sensible al qué dirán, muy dada a guiarme por impulsos, pero a la vez con mucha determinación(3) en lo que emprendo. Por eso, cuando me decidí a hacer el Doctorado teniendo los tres hijos en la Universidad algunos amigos me miraron raro y otros pasaron a las palabras para decirme que si no me daba prisa me iban a prejubilar antes de leer la tesis. Con ese ánimo, para qué quiere una enemigos teniendo unos amigos tan prudentes. No me arrugué con estos comentarios porque me sentía con ganas y fuerza para hacerlo.

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El destino reforzó mis tesis y puso a mi alcance la prueba de que la edad no limita, lo hace la falta de energía vital. Se cruzó en mi camino el cuadro de Sor Jerónima de la Fuente, pintado por Velázquez a la tierna edad de 21 años y donde estampó su firma como pintor por primera vez. El cuadro fue un encargo de las Hermanas Clarisas para tener un recuerdo de la madre Jerónima que partía de Sevilla rumbo a Manila para fundar un convento. Contaba la monja con 66 años de edad, de los de 1620, y posiblemente sobrepasaba la esperanza media de vida de aquella época. El color amarillo de su tez, que denota un carácter enérgico y bilioso, el gesto adusto, la mirada inquietante, la fuerza con que blande el crucifijo con su mano derecha a pesar de la artrosis mientras sostiene unos documentos con una deformada mano izquierda, todo en ella denota fuerza vital y así lo supo plasmar el joven pintor con su ejecución tropo vero de la pintura.

Sor Jerónima embarcó para las islas Filipinas en un largo viaje lleno de incomodidades hacia una nueva vida, pero parte de su energía vital se quedó en el cuadro para dar testimonio de que la fuerza interior dura más que la juventud.

Lula

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(1) Me encanta como Atahualpa Yupanqui descarta la prudencia en las coplas de un payador perseguido:
Aunque mucho he padecido
no me engrilla la prudencia.
Es una falsa experiencia
vivir temblándole a todo.
Cada cual tiene su modo;
la rebelión es mi cencia.
Por otro lado me encantaría ser tan cínicamente prudente como enseña Gracián en el Arte de la prudencia.
(2) Defecto en su doble acepción de carencia e imperfección.
(3) Mi abuela decía que era una niña muy “determiná”