Sonaron los clarines de la primera de abono de la feria de San Isidro. Era una pena que los alguacilillos rompieran la uniformidad de la arena amarilla del albero de Las Ventas, una vez que habían saludado al presidente de la corrida. Cada uno por un lado, como está establecido en las corridas de toros, se disponía a despejar la plaza e ir a recoger a las cuadrillas de los toreros que esa tarde actuaban. Qué bonita la plaza. Por fin comienza la feria. ¡Qué ilusión! Salutaciones, alegrías. Otro año más que nos vemos, se decían entre sí los aficionados que no suelen asistir a la plaza con normalidad.

Aparte de la broma de mal gusto, que alguien quiso gastar a los escuchantes que por allí nos encontrábamos, la verdad es que no noté nada diferente en la tarde de ayer que haya aportado la nueva empresa arrendataria del coso. Por supuesto que está muy reciente la labor nefasta que Los Lozano han llevado a cabo en esta plaza y la broma sentó mal a la afición de sol. La corrida mal presentada. Algunos de los toros sospechosos de pitones como el cuarto, que salió con el pitón derecho totalmente escobillado. Mansedumbre y flojedad fue la tónica que marcó la corrida. Supongo que eso habrá extrañado también al ganadero como extrañó a los aficionados que esta corrida, denominada de las duras, diera este resultado.

Pero siempre hay una excepción y esa la marcó el cuarto, un inválido que, después de ser airadamente protestado, en la faena de muleta metió la cabeza con claridad, hecho que no supo aprovechar El Fundi. En su descargo me atrevo a decir que debe ser complicado centrarse en la faena de muleta de un toro que ha sido protestado.

Voluntad no faltó en los toreros, pero creo que a veces mal interpretada, porque Gómez Escorial recibió a “portagayola” a los dos toros de su lote, sin embargo cuando recibió de capote a su primero no cargó la suerte en ningún momento. A los toreros en esta plaza se les pide que toreen, y eso es lo que representa para ellos un verdadero problema.

El presidente. De él se podría decir todo y nada, lo mejor es esto último porque hubiera demostrado que la corrida iba desarrollándose por los cauces normales, pero cuando la afición indignada se dirige al palco, echando mano del único recurso que tiene a su alcance que es llamarle de todo menos bonito, dice muy poco en favor de la fiesta y lo que es peor de los derechos que deben amparar al espectador.

Las protestas fueron creciendo según crecía la corrida y el presidente no quiso enterarse de lo que ocurría en la plaza, demostrando una vez más que la autoridad da la impresión de estar al servicio de la empresa.

De lo que ocurrió en le ruedo poco que contar. Los toreros no tuvieron oportunidad de lucirse, ya que el ganado no se lo permitió, exceptuando lo anteriormente expuesto. Los picadores y los banderilleros en su línea: faltos de profesionalidad. Los del castoreño picaron traseros a propósito, no me cabe la menor duda, y los rehileteros saliendo de la cara del toro despavoridos, eso el que hacía ganas de ganársela, porque la mayoría ni lo intentaban. Claro, ven la incompetencia de las funciones de la autoridad y se dirán: no voy a ser yo el tonto de la cuadrilla.

Pepeillo

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